Señalados o no por las fuerzas sobrenaturales, la mató, ese es un hecho irrefutable, y a los ocho días de matarla volvió al cuarto y se dedicó a atrapar, con sus manos coloradas, a las necrohadas que volaban sobre la muerta con insidia de ratas famélicas.
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Historias
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Historias al atardecer: La felicidad es estar contigo en la playa, muriéndonos de amor
La tarde caía sobre la playa La Bomba en Camaná cuando Edelmira y Jacinto decidieron caminar por la orilla. El mar estaba algo picado, con olas que rompían contra la arena. Ella, que siempre había sido temeraria a pesar de sus 72 años, se detuvo y miró el agua con anhelo.
La Cámara de Babel: Embriagado del recuerdo
De rato en rato los vientos cálidos soplan desde el sur, llevando consigo trozos de cartón, sacos mineros y bolsas negras de basura que se pierden entre los cerros triangulares, antiguos protectores del valle, en un espectáculo zigzagueante de pequeños remolinos de tierra que ascienden hasta la cima.
Historias al atardecer: El afortunado “Rayo Joaquín”
Don Pedro Huamán, el tío de Joaquín, me hace señas desde una mesa al fondo. Antes de que pueda sacar mi celular para grabar, llama al mozo, o por lo menos puedo creer que lo es, vestido de polo y shorts, sus piernas son alicates andantes.
Cinepsis: Yo tengo enamorada
Escribe Jorge Condorcallo No saben cuánto amaba a Rosalía. Tan próspero era…
Historias al atardecer: Los reyes magos no tienen pasaporte en regla
Por: Sarko Medina Hinojosa El calendario de una empresa de gas moradito…
Historias al atardecer: Purificación de asfalto
El asfalto ardía bajo sus pies mientras los vehículos pasaban zumbando a su lado, levantando pequeñas corrientes de aire caliente que apenas aliviaban el sofocante calor del desierto.
Historias al atardecer: Luchar por la tierra
Hasta el día que les anunciaron que los desalojarían porque, al final de cuentas, esos eran terrenos privados y el traficante de terrenos que los representaba había tirado la toalla y se había fugado con lo que pudo de las cuotas de los socios.
Cinepsis: Regalos de Navidad
Mi madre levantó una enorme muñeca de trapo, de graciosas trenzas rojas, llevaba puesto un mandil largo con flores de fiesta y los ojos celestes como el cielo en la primavera. ¡Un primor!
Historias al atardecer: “Ya vuelvo, abuela”
El rugido de la motocicleta cortaba el aire nocturno como el cuchillo a una barra de mantequilla. Jusei ajustó su casco, repasando mentalmente los detalles del trabajo.