No importaba lo que me deparaba el destino, quizás sea una nueva historia que aún nadie conoce. No pude pensar en nada más honesto que el fuego que se movía en mi corazón y él lo sabía, ambos lo sabían porque ellos estaban más allá de todo entendimiento.
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Historias
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Historias al atardecer: Fue en Semana Santa
A eso de las diez de la mañana, su hermano de seis años lo despertó llorando porque unos hombres estaban tocando fuerte la puerta de la calle y lo asustaron. Cuando les abrió, todavía estaba ebrio de drogas, con los ojos legañosos y la conciencia confusa.
Historias al atardecer: Verdadera cárcel
Algunos, sin embargo, movidos por un resorte extraño a los barrotes que los rodean, se acercan a los visitantes externos que les llevan consuelo o palabras de fe, para confesar algún pasaje de su vida.
Planeta cadáver: Lo inesperado
La gente supersticiosa que vive en la silenciosa zona que domina el viejo molle ha tratado de quemarlo las veces que la mala suerte se ha apoderado de alguna familia del vecindario sin conseguir más que una corteza ennegrecida en el intento.
Historias al atardecer: En la tormenta
Los cuerpitos de los infantes pueden transmitir muchas cosas si uno observa bien atento. En este caso ellos estaban pidiendo a gritos un alivio para su miedo, miedo de no volver a ver a su madre.
Historias al atardecer: Las luces al final del mar
Comí cucarachas, ¿sabes? Se deslizaban por el bote como pequeñas sombras danzantes, y al principio me revolvían las entrañas. Pero el hambre es un animal sin moral. Las aplastaba entre mis dedos callosos y las engullía enteras, sintiendo cómo sus caparazones se quebraban contra mi dentadura.
Planeta Cadáver: ¿Qué encontraremos?
Sandra metió medio cuerpo por la ventana para mirar mejor lo que había dentro de la garita de vigilancia. Encontró un teléfono antiguo, un anaquel con llaves y una mesa repleta de recibos amarillentos cubiertos de polvo y telarañas.
Historias al atardecer: Graciela y Camilo
Yo te amé siempre, aunque no lo sabía, aún sin conocerte supe que te encontraría y, sí, tampoco es que me gustaras al principio, no puedo negar que después me sorprendí a mi mismo pensando en ti, en la forma de tus labios, en lo que dirías.
Historias al atardecer: La vela prendida
¿Cuántas veces nos burlamos de esa costumbre? ¿Cuántas veces nos avergonzó esa llama cuando nos visitaban amigos, enamorados/as, esposos/as, compañeros de estudio, de trabajo y largo etc.?
Historias al atardecer: Desde hoy… ya no me pegarás
Tampoco yo, debo confesar, se me ocurrió denunciar al bestia que me había engendrado, tanto por el miedo milenario de la mujer contra el proveedor. Ahora así lo descubro. Miedo.