El silencio de una noche en Toro, Arequipa, se quebró con un crimen que estremeció a todo el distrito. Rumario Fernández G. aprovechó la inocencia de una niña de 12 años, la emborrachó y abusó de ella. Hoy, tras una batalla legal implacable, la Fiscalía de La Unión consiguió que la justicia lo condene a cadena perpetua, la pena máxima para delitos sexuales contra menores.
El fiscal adjunto Jonathan Erik Pinto Cruz presentó declaraciones clave: la víctima, mediante prueba anticipada, relató el horror. Los peritos confirmaron las lesiones, y testigos detallaron cómo Fernández la contactó por Messenger y WhatsApp, la llevó a una plaza y luego la violó en su cuarto mientras ella yacía inconsciente.
La comunidad no se cruzó de brazos. Familiares y autoridades rescataron a la niña del cuarto del agresor, iniciando una investigación que no dejó fisuras. El Ministerio Público recopiló evidencias contundentes: desde mensajes digitales hasta el examen médico que confirmó la violencia. El juicio fue rápido, pero el dolor de la víctima, eterno.
El Poder Judicial ordenó la ejecución inmediata de la sentencia. Fernández purgará su condena en prisión y deberá pagar 10 mil soles en reparación civil. Además, quedó inhabilitado de por vida para trabajar en educación y será sometido a terapia psicológica obligatoria. Una medida que, aunque tardía, marca un precedente contra la impunidad.
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Este caso refleja el compromiso de la Fiscalía en la lucha por los derechos de las víctimas más vulnerables. «No hay espacio para la clemencia cuando se trata de violencia sexual infantil», declaró Pinto Cruz. La sociedad arequipeña exige más acciones como esta, donde la ley actúa sin vacilaciones.
