Por Jorge Condorcallo Ccama

¿Fue la creación imaginativa de un escritor de ciencia ficción? No, ocurrió en realidad y la memoria imperecedera de Internet es fuente fidedigna de los trascendentales momentos de nuestra historia moderna. La noche anterior al 30 de noviembre de 2028, mis hermanos, mis padres y yo nos fuimos a dormir sin sospechar que al despertar un platillo volador estaría girando en el cielo nacional, en el centro de la capital. De tantas naciones eligieron para el encuentro con la especie humana este país sui géneris, desordenado, complicado y enemistado consigo mismo por tradición. Nuestro amado Perú fue elegido por los visitantes de la vecina galaxia de Andrómeda y su llegada cambiaría nuestra forma de existir.

Rotaba como una peonza gigante en el cielo gris de una Lima neblinosa en la que reinaba el miedo y el asombro. Los noticieros de la madrugada cancelaron las notas de sangre y corrupción de su programación habitual para darle cobertura al más importante evento del siglo, del milenio. En el programa con la mayor teleaudiencia invitaron a los eximios científicos locales que respondieron a cómo podrían haber llegado los que llegaron:

—Posiblemente por un agujero de gusano.

El periodista de la edición matutina asintió meditativo y preguntó por la ubicación y tamaño de ese gusano espacial que le carcomía la cabeza.

En el canal rival el set se infestó de ufólogos de autoproclamado prestigio que se abanicaban elogios como pavos reales en apareamiento:

—Es que esto ya lo esperábamos, Maritere, siempre lo dijimos, pero nadie nos tomó en serio, fuimos la nota pintoresca de la tele, los raritos que ven puntitos brillantes que se mueven en el firmamento, ¡por dios!, esto es cosa seria… —Maritere pidió disculpas por la frivolidad reinante en la televisión, luego los expertos discutieron entre ellos, en vivo, porque algunos del gremio los preferían grises y otros, reptilianos. El dilema acabó en sabroso pleito de la parrilla y el rating por las nubes.

En el espacio de ropa, belleza y cocina para las amas de casa modernas que seguía al telenoticiero, se canceló el versus de ceviches. El camarógrafo ingresó a la casa del famoso de moda para conocer sus preparativos a puertas del encuentro.

—¿Crees que sean belicosos? —Rompió la pauta de la entrevista el conductor desde el estudio de grabación.

—Más o menos…

—Te pregunto si crees que son agresivos.

—Ah, no, no creo… —atinó a responder, cambió de tema para salir del enredo y habló de componer una cumbia interestelar que armonice nuestro futuro.

Desde mi ventana miraba asombrado el objeto metálico acariciado por las nubes viajeras; algunos, como yo, lo codiciaban como un cofre que respondería a los misterios incomprensibles del cosmos y, para otros, fue el escenario de fondo para los videos en los que discutieron conjeturas y bailaron para no sentirse indefensos frente al universo. “¡Mensaje a la nación!”, vocearon en la oficina cuando la transmisión desde el Congreso se interpuso sin aviso en el televisor. Apareció el presidente de la república con la banda puesta y escoltado por los ciento treinta parlamentarios, por primera vez juntos como una familia decente, elegantes y todos, sin excepción, solemnes. Lo anunció nuestro líder con ecuanimidad de párroco: “Queridos compatriotas, hemos descifrado un mensaje en clave morse; las pulsaciones provienen del interior del artefacto que apareció en nuestro espacio aéreo, nos dicen que a las tres de la tarde de hoy abrirán sus puertas para el encuentro con nuestro líder, o sea, conmigo. Deseamos que ellos den muestra de amistad, nuestro gobierno abre su abrazo sin prejuicios a los amigos de otro mundo… Véalo por el canal siete del estado, no se lo pierdan”.

Al mediodía los centros comerciales cerraron con pánico de no volver a abrir por el peligro de una invasión que argumentaron los especialistas en redes sociales; los tanques rodaban lentamente por las avenidas y calles que marcaban el centro de la ciudad, el ministro de defensa ordenó la presencia militar en caso la entrevista derive en una declaración de guerra; los ciudadanos se llenaron de malos presentimientos al ver los blindados y a los uniformados cuidar los edificios públicos, era el rancio olor a tiranía que ha precedido a muchos de nuestros gobiernos democráticos. La única dictadura que se enclavó esa mañana fue la de los comerciantes que tomaron las pistas colindantes al perímetro defendido por decreto. Mientras los edecanes preparaban el proscenio para el crucial encuentro, los oportunistas construyeron estrados en los parques y rotondas que tenían acceso a la calle donde residía el palacio de gobierno, adaptaron los balcones y las terrazas de los edificios vecinos para vender cada palco a los convencidos de haber encontrado el mejor sitio para ver a los extraterrestres. 

En horas, el centro histórico, con sus jirones y monumentos, se transformó  en un mercado que continuó mutando y creciendo. El humo, de los anticuchos y salchipapas que cocinaban a ritmo de una mixtura de músicas a todo volumen, envolvía a los peregrinos del OVNI. Los ambulantes instalaron sus puestos para ganar sus buenos soles con la venta o alquiler de binoculares para no perder detalle de la fisonomía andromediana; ofrecían, al dos por uno, gafas con lentes de chiste, anchos como los ojos de los aliens en las películas de Hollywood; milagrosas pastillas antiradiación hechas de hierba luisa con maca andina; matracas de festejo; gorros con antenas; cerveza helada para refrescar la garganta reseca por el verano; picarones arequipeños arropados con miel de chancaca y a veinte solcitos los polos con creativos estampados para escoger: “Welcome to Perú”, “Somos una especie distinta”, “I want to believe”, “¡Al infinito y pa más allá!”, “Vuelve a casa CTM”y más. 

Para el álbum: los seguidores del Movimiento Legionario Mundial vieron en el ovni la señal de la llegada del juicio final que anunciaban las páginas del Apocalipsis. El pastor gritó con la biblia abierta, en su transmisión por Facebook, que el conductor de la nave discoidal era el mismo Jesús, Yave o Jehová, él y nadie más. Traía la buena nueva para los justos y la muerte por fuego para los pecadores. Instó al rebaño a la gratitud porque fueron elegidos para la salvación y ordenó el ultra odio a la plaga que causaba la ira del todopoderoso: “¡malditos sodomitas, homosexuales, profilácticos, Dios los ha visto pecar y no habrá escondite para sus aberraciones, arrepiéntanse!”. Él tenía la fórmula de la salvación: “Hermanos, Dios exige tu diezmo, entreguen la parte que le corresponde al señor y se te recompensará con la vida eterna, nuestro número de cuenta bancaria es…”. Todos los sikish, una comunidad etnoreligiosa establecida en la selva amazónica, se suicidaron en el templo de meditación porque a su gurú le comunicaron de forma privilegiada y telepática que al morir sus almas abordarían la moderna arca de acero y se salvarían del segundo diluvio universal. El guía espiritual no bebió el veneno con yogurt de fresa que sirvieron porque, profesó a su nuevo séquito, Dios detuvo sumano y le explicó el plan divino que tenía preparado para él. ¡Alabado sea el señor!

A las tres menos cinco el panorama era de expectativa y júbilo, daba la sensación que jugaba la selección patria contra Chile por el partido final de la Copa América: en los chifas y pollerías no entraba un parroquiano más y los televisores vibraban a todo volumen; los empleados públicos salieron temprano de sus centros y los del sector privado teníamos que volver a las cuatro así reviente el holocausto de rayos láser para evitar la desintegración de nuestros contratos. Las combis y los taxis se estacionaron listos para salir a la carrera con cuantos pasajeros podrían subir si el asunto se ponía color de hormiga, harían su agosto con el fin del mundo. Los hombres y mujeres, a última hora, avanzaban en marea empujando el coche del bebé, arrastrando a la mascota, abanicando a la enamorada que se sofocaba en la procesión en busca de un lugar para testimoniar el suceso histórico.

El papa viajó en su jet para ser el representante de la iglesia católica en la bienvenida, cuando supo de la acusación de pederastia del cardenal reinante en Lima se le avinagró el desayuno y bendijo sin fe al piloto para llegar a la tierra de Santa Rosa sin contratiempos. Los presidentes invitados se agruparon en el patio de piedra después de una reunión imprevista en la que ultimaron acuerdos. Por cautelar la seguridad nacional se activo el sistema de defensa, los silos abrieron sus bocas y los misiles sobrevaluados de pólvora mojada, “Made in Rusia”, que compró el sobrino de la primera dama, apuntaron al gigantesco ópalo por si la visita no venía en son de paz.

Cuando la cuenta regresiva, que rotularon las televisoras en las pantallas, marcó cero, se abrió la toma para tener una mejor visión del platillo; sentimos el temblor de la maquina alienígena y oímos el zumbido que provocaban sus revoluciones. La nave que estaba a cientos de metros sobre la casa de gobierno descendió con lentitud y amortiguó su aterrizaje con las tres plataformas que se extendieron como las patas de una parihuana, el novato periodista que obtuvo un pase exclusivo fue sacudido por sus compañeros de transmisión cuando se quedó atónito con el micrófono encendido: “Ya…ya están aquí… no puedo creer que… esto, esto es, es… carajo, es… ¿Qué chucha es eso?”.

Se desancló una rampa y en el aura luminosa del portal se dibujó la silueta de un hombre alto, era el primer visitante de otro planeta. Al descender por los radiantes escalones lo atacaron los flashes de la prensa y lo vimos con nitidez. Era un hombre como usted o yo, con la única diferencia que su piel era de color violeta. Sobrepasada la impresión lo vimos acercarse sin vacilación para saludar a nuestro plácido presidente, le entregó la mano enguantada y le dijo lo que los expertos leyeron en sus labios purpurinos: “Llévame con tu líder”. El mandatario tuvo un conflicto en sus pensamientos, pero se sobrepuso con determinación, hizo una mueca de afirmación y lo guió adonde observaba, sentado y protegido por sus guardaespaldas, el gordo y rubio presidente de los Estados Unidos de América.

El apretón de manos produjo una nueva retahíla de flashes; en el saludo protocolar, el violeta y el colorado, expusieron las sonrisas de su amistad para los fotógrafos de los medios más importantes de la Tierra. En la plataforma aparecieron otros dos extraterrestres vestidos con la misma indumentaria y los encargados de la ceremonia colocaron un podio y conectaron los cables para el mensaje que el visitante solicitó dar a la humanidad. El líder alienígena, acompañado de sus similares, subió al estrado, acomodó y probó el micrófono como si tuviera experiencia en ello; habló en español y con profundidad de actor de doblaje, se trabó con alguna erre, pero, en fin, lo hizo bien, se le entendió todo. 

Fue un discurso, en conclusión, sencillo y decepcionante a la par porque el cine y la literatura de ciencia ficción nos han aleccionado con magníficos referentes de encuentros cercanos donde un tópico es el discurso político que despierta el espíritu reflexivo de nuestra especie por su mal actuar, que le jala las orejas a la humanidad y amenaza con visiones de catástrofe sino cambiamos de mentalidad. Del mensaje grave con ribete de esperanza, ni un comino. Agradecieron que nuestros ministros no resolvieron atacar su acorazado porque, de lo contrario, ellos hubiesen contraatacado con fuerza fulminante, fue así que nos enteramos el porque nos escogieron: explicaron que nuestro arsenal no es atómico, nuestros veranos amistosos y la dignidad del resto del mundo no hubiera aprobado un ataque masivo a un país que es una calamidad con bandera e himno, la estrategia de situar el primer encuentro en medio de una nación miserable, pero con buen clima nos salvó de la beligerancia de unos y otros. Habló poco, alabó la belleza incontrastable de Macchu Picchu que habían visto en el camino y la última parte de su mensaje fue impresa en las portadas de los periódicos del día siguiente: “Nuestra civilización es mejor que la suya, pero ustedes tienen algo que nosotros ya no: agua. Esto no es una invasión, gracias”.

Explotaron los aplausos ensayados y reforzados por los efectos que instaló el operador de sonido, el líder de la expedición bajó del andamiaje acompañado de su corte. En el patio alfombrado, adonde los esperaban los líderes continentales, se reunieron, aceptaron los vasos que les alcanzaron y brindaron con pisco sour. La primera mujer presidente de Colombia se animó a hacer una selfie con todos, la foto fue la más popular de Internet en segundos. A la algazara llegaron tres niños que con resolución embutieron en las majestuosas testas de los cosmonautas los variopintos chullos que tejieron en los talleres de su escuela rural y los seres provenientes de los confines de Andrómeda los modelaron con agradecimiento. Hubo un segundo brindis, abrazos y risas sin sentido para quienes veíamos la reunión por televisión, la transmisión continuó con la presentación de los campeones del último concurso de marinera en lo que compuso la estampa de nuestro primer tributo colonial. Los seres estelares se animaron a bailar tras la tercera ronda de tragos y se oyó un “¡Viva el Perú, Carajo!” que pronunciaron animados por el picoso licor nacional. En las calles, barrios y cerros reventó la fiesta más grande de la década. Los cronistas anotaron que los organismos de los humanoides no asimilaron bien el alcohol y, porque tenían que volver a su civilización esa misma noche, afectados subieron tambaleándose al vehículo espacial. El primer arranque falló, pero en el segundo intento la nave despegó con éxito y con tal ímpetu que dobló el espacio-tiempo en un estruendo que espantó a los gallinazos de los muladares.

De eso ya hace cuarenta y tantos años, algunas cosas las he olvidado porque ya estoy muy viejo. Después de esa primera visita se afianzaron las relaciones políticas entre nuestro mundo y el suyo, nuestros líderes aceptaron los Tratados de Libre Comercio que ellos redactaron a conveniencia, con tal beneplácito de nuestros firmantes que pudieron expropiar el sol y privatizar la luna; evaporaron el pacífico hasta la última gota y a todos los habitantes de Turquía luego del atentado especista del 2050; colonizaron y controlan con permiso de la ONU la franja que se disputaban palestinos e israelíes que hoy es regentada por un robot descreído; legalizaron, ¿quién se hubiera opuesto?, el matrimonio interespecies; comercian con medicinas que curan las enfermedades humanas menos la mortal Safra que se transmite en Olimpo, la ciudad prostíbulo de Marte, por lo que se recomienda a los turistas el uso del condón; se apropiaron de Macchu Picchu que arrancaron de la montaña en un domo interdimensional; tienen uno de los mejores equipos de fútbol del universo conocido y han ganado dos copas mundiales, un mutante genético de Messi, Shevchenko y Pelé es el capitán de su selección. Lo demás que he olvidado mencionar puedes encontrarlo y leerlo en Wikipedia o insertarlo en tu memoria digital con MementoIA, porque en esta nueva era ni terrícolas ni andromedianos tienen tiempo para el anticuado pasatiempo de la lectura.