Grafical es una imprenta arequipeña que lucha por sobrevivir entre la virtualidad y tecnología. Su fundador, Jesús García Sayan, reclama apoyo del Gobierno y también se adapta a los cambios.
Entre tintas y papel, Grafical ha sido testigo y protagonista de la metamorfosis del mundo gráfico. Desde que esta imprenta arequipeña, constituida por Jesús García Sayan, abrió sus puertas hace 30 años, se convirtió en un aliado silencioso del comercio, proveyendo al sector de todo tipo de impresión en papelería, sin importar el tamaño ni el formato. Hoy este oficio se resiste a desaparecer y lidia con el avance de la tecnología.

Impresiones de calidad
El experimentado empresario ajusta una de sus modernas imprentas que visten la sala de producción. Todo huele a tinta fresca. En cada esquina hay retazos de copias y pequeños recortes de color. Y es que en Grafical no solo se replica una impresión, sino que se empieza desde el boceto que crean los diseñadores gráficos hasta satisfacer a sus clientes, que buscan el rótulo perfecto para cada ocasión especial.
“Tenemos una trayectoria de buena data. Producimos todo lo que necesita el sector comercial en cuanto a papelería, diseño y formatería de todo tipo para satisfacer a nuestro público. Es un proceso que acompañamos desde cero. Si los clientes no vienen con un diseño, nosotros recomendamos y lo elaboramos de la mano con ellos”, relata Jesús mientras recorremos su taller ubicado en la calle Pizarro 306, interior 80 y 100.
Durante este minucioso proceso, se estampa un ejemplar que es revisado hasta veinte veces antes de alcanzar la calidad deseada. Si el papel se tuerce o el color se desvanece, se empieza de nuevo, una y otra vez, hasta obtener la alineación perfecta. Después se plastifica para darle mayor durabilidad. Solo así, las impresiones se transforman en rastros visuales de alto impacto.

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Subsisten en el tiempo
El cambio de la tecnología, ese fantasma de neón que cada año reclama más terreno, empezó a desplazar los comprobantes físicos de la Sunat. Es así que, las boletas y facturas, antaño pilares de la papelería, comenzaron a desaparecer. Pero en Grafical no cayeron en la resignación; en cambio, se adaptaron con fuerza y creatividad, apostando por impresiones a todo color, buscando nuevas formas de expresión en un mundo que parecía alejarse del papel.
“Ya no tenemos el requerimiento que teníamos antes. La virtualidad nos ha venido apabullando. Nosotros éramos socios del Gobierno porque nos dieron la posibilidad de hacer los comprobantes de pago y que la economía se afiance dentro del sistema, pero con el avance de la tecnología nos han retirado sin darnos ninguna opción a poder seguir adelante”, dice Jesús.
A pesar de la maestría y la dedicación, Jesús García ha visto cómo algunos de sus sueños se ven limitados por un mercado que, en lugar de apreciar lo propio, busca proveedores en el extranjero. Grafical tiene la capacidad para producir los libros escolares que reparte el Estado peruano, pero que imprime una compañía en Chile. Reclama que el Gobierno no abre las puertas a las imprentas locales en su incansable búsqueda de apoyo.
“Estamos luchando para rescatar la edición de libros escolares. Nunca nos dieron la oportunidad de manejar ese esquema laboral para que podamos mostrar de qué somos capaces. Tenemos la logística para afrontar este desafío. Esto va conllevar a que podamos dar mano de obra calificada”, añade.

Futuro incierto
Entre el sonido de las máquinas, Jesús recuerda sus primeras impresiones, aquellas que hoy parecen reliquias de un mundo pasado. Las máquinas, aún pueden ofrecer calidad y precisión, pero el sistema gubernamental parece no escuchar. ¿Será posible que la imprenta, que Gutenberg nos legó como un arte eterno, termine siendo obsoleta? Esa opción no es del todo incierta.
Jesús observa los avances digitales, los dispositivos que capturan cada momento en pantallas fugaces. Y teme que algún día el papel y la tinta queden solo en la memoria, como un eco lejano de épocas olvidadas. Pero siguen firmes, resistiendo a la tormenta de innovaciones que amenaza con apagar su oficio.
Cada día luchan por adaptarse, encontrando en la creatividad nuevas formas de subsistir. Con cada impresión renuevan la esperanza de que el arte gráfico tenga un lugar en la era digital. Y cada trabajo terminado es, en cierto modo, un acto de resistencia, un testimonio de que el oficio aún vive. A pesar de los desafíos, Jesús no pierde la fe. Aspira a que el Gobierno alguna vez mire a los ojos de la industria gráfica local, reconozca su valor y evite que desaparezca.
Porque en cada hoja impresa, en cada cartel, en cada tarjeta de invitación, en cada libro que no se pudo hacer, late una historia, una pasión y un oficio que se niega a morir. En Gráfical, cada impresión es un suspiro de esperanza, un recordatorio de que el papel y la tinta aún tienen algo que decir.