Hace unos días, Oscar González Rocha reapareció para inaugurar un laboratorio de ingeniería en la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA). Ya de edad, el dueño de Southern Copper, empresa que insiste en imponer el proyecto minero Tía María en el valle de Tambo, se vio demacrado.
La personificación de su propia empresa. Southern, al igual que su dueño, también camina a paso lento e intenta dar la imagen de una empresa sólida, sin problemas y sin pasado de contaminación y de asesinatos.
A pesar de que insiste con el proyecto minero, Southern o González Rocha, saben que será difícil. El viernes los pobladores del valle de Tambo anunciaron un paro preventivo de 72 horas, para que el gobierno sienta que la oposición a la mina sigue viva. Y más aún, que no son pocos, como alega el gobierno de Dina Boluarte o la propia empresa, sino que son la gran mayoría.
Gonzálea Rocha solo dijo que la mina va sí o sí y que en enero del 2025 empieza la etapa de construcción de la mina. Pero lo que no dice es con qué Estudio de Impacto Ambiental (EIA) la harán realidad. Si este ya venció. A menos que el gobierno le de una mano, dándole vigencia a ese EIA antiguo y desfasado. Tampoco dice nada del terreno del que perdieron la concesión por falta de pago y que el Ingemmet les quitó. ¿Ya lo habrán recuperado? ¿Cuánto dinero correrá? Porque en ese pequeño pedazo se tiene planeada una parte de la planta de beneficio de la mina.
González Rocha, anciano, de caminar lento y con joroba notoria, insiste en que no habrá contaminación.
Quizás para él no la habrá. Pero para los niños y jóvenes que seguirán dependiendo del valle de Tambo, de su agricultura y ganadería, sí existirá. Es innegable e insalvable la contaminación. Sino preguntémonos, porque Southern ofreció en su momento un domo para evitar que los vientos lleven el polvo al valle. De eso ahora tampoco hablan.
Y menos hablan del agua que necesitan y que sacarán del río Tambo. Porque ese siempre fue el plan, a pesar de que alguna vez amagaron con el agua de mar. No hay represa a la vista ni en un año ni en dos ni nunca. No hay forma.
Pero Southern y Oscar González insisten. Como si la riqueza que obtengan fuera a servirle al mismo dueño de la mina. Porque, digámoslo sin politiquería correcta, el señor ya está en sus últimos cartuchos. ¿Se llevará la riqueza? No. Pero si sale la mina, la contaminación que dejará quedará por cientos o miles de años. Sino preguntémosle a nuestros amigos de Tacna, en la Bahía de ITE, donde la Southern intenta ocultar su pasado contaminante con plantitas y aves que mueren y deben “sembrarse” cada cuanto.