Una mujer sin estudios formales, pero con temple y visión, levantó sola a su familia desde un pequeño pueblo andino hasta conquistar un negocio propio en la plaza del distrito. Su hija, la menor, narra cómo esa “madre coraje” venció prejuicios, pobreza y abandono, sin rendirse jamás.
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Sarko Medina
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Definición a noventa kilómetros por hora
¿Qué soy? Esa pregunta me persigue incesante. Intento poner segunda con dificultad. Me duelen las manos. Estuve golpeándola por un buen rato y eso me pasa factura.
Historias al atardecer: La caída imposible
Cuando se lanzó, mi corazón se detuvo. Como periodista, he cubierto accidentes, desastres naturales, incluso tiroteos, ya saben, el Perú y esta ciudad de caducos virreyes está enferma.
Historias al atardecer: Verdadera cárcel
Algunos, sin embargo, movidos por un resorte extraño a los barrotes que los rodean, se acercan a los visitantes externos que les llevan consuelo o palabras de fe, para confesar algún pasaje de su vida.
Historias al atardecer: En la tormenta
Los cuerpitos de los infantes pueden transmitir muchas cosas si uno observa bien atento. En este caso ellos estaban pidiendo a gritos un alivio para su miedo, miedo de no volver a ver a su madre.
Historias al atardecer: Claridad de café
La ceremonia se cumpliría en la capilla del colegio contiguo al albergue, un edificio de piedra gris que se alzaba como un centinela silencioso sobre las vidas de las veinte chicas que allí residían. El aroma a incienso y a flores frescas impregnaba el aire, mezclándose con la expectación palpable de las jóvenes.
Historias al atardecer: La felicidad es estar contigo en la playa, muriéndonos de amor
La tarde caía sobre la playa La Bomba en Camaná cuando Edelmira y Jacinto decidieron caminar por la orilla. El mar estaba algo picado, con olas que rompían contra la arena. Ella, que siempre había sido temeraria a pesar de sus 72 años, se detuvo y miró el agua con anhelo.
Historias al atardecer: “Ya vuelvo, abuela”
El rugido de la motocicleta cortaba el aire nocturno como el cuchillo a una barra de mantequilla. Jusei ajustó su casco, repasando mentalmente los detalles del trabajo.
Historias al atardecer: La distancia de un me encorazona
“Soledad tendría que tener otro nombre, de repente llamarse Alicia, porque es una maravilla.” Un like, luego un comentario, un mensaje por interno y así el amor labra surcos en la carretera de la virtualidad, cosas de millenials.
Historias al atardecer: Mamá… ¿Soy malo?
Es que así lo siento, no sé, a veces pienso que por eso me porto mal y te hago renegar, que por eso no tengo amigos y nadie me quiere. A veces me siento raro, como si no encajara en ninguna parte, hablan a mí alrededor pero no los entiendo