Por Huber Valdivia Pinto. Asesor y Consultor
La actividad agrícola en nuestro país es una de las más olvidadas, a pesar de ser el sector más importante en el desarrollo del país. Porque involucra a un gran sector de la población nacional y también a poblaciones donde se concentra la mayor pobreza. Hay una enorme precariedad en los servicios, como en salud, educación agua potable, vivienda, entre otros, que es necesario atender. Tal como se viene haciendo ahora, pero sin la contundencia necesaria. Pero también es necesaria la inversión en los sectores productivos; algo no que no se viene haciendo
Un criterio a tomar en cuenta, para ratificar este olvido, es la magnitud de recursos que se dedica al agro, en el presupuesto del Gobierno Nacional. Y en el siguiente gráfico, con un registro de 11 años, 2015 al 2025, se presenta el porcentaje asignado a este sector: en promedio en los últimos años es de 1.9%. Para el 2025, en el Presupuesto Inicial de Apertura, PIA, llega al 2.1%. Y si consideramos el presupuesto total aprobado por el Congreso es de 1.3%.

En los últimos 10 años se logró triplicar las exportaciones agrarias. Lo que muestra una buena imagen del Perú ante el mundo. Pero solo involucra a no más de 200 mil hectáreas, mientras que en el país se tiene más de 11 millones de hectáreas, dedicadas a la producción agrícola. Hay mucho por hacer para las grandes mayorías.
Sin que este articulo se convierta en un “Pliego de Reclamos”, es necesario mencionar algunos conflictos en la agricultura nacional:
1.- Limitada participación del Estado
Es débil y desarticulada la atención que reciben los productores agrarios y todas las organizaciones vinculadas al desarrollo agropecuario de parte de los tres niveles de gobierno central, regional y gobiernos locales. Algunas veces por ausencia y por otro lado la duplicidad de esfuerzos perjudica a la población del área rural.
En el proceso de descentralización se han transferido muchas competencias en materia agraria a los gobiernos regionales. Pero continúa la necesidad de fortalecer las capacidades técnicas para un adecuado cumplimiento de las necesidades de campo.
2.- Abandono de la investigación agrícola y la transferencia tecnológica
A pesar de los avances tecnológicos en el mundo, vía la globalización, no se ha podido llegar a los niveles suficientes de productividad. Las razones están en los insuficientes trabajos en materia de investigación. Y esa es una de las razones porque la pobreza se concentra en el área rural, o desplazada en los entornos de las urbes urbanas. Algunos pocos logros de investigación no son transferidos a los agricultores. Verbigracia, el promedio de rendimiento del trigo en el país bordea los 1,800 kgs/ha, mientras que los centros de investigación proclaman logros de 6,000 a 7,000 kg/ha.
Con el aporte de la empresa privada y en ocasionales oportunidades de los centros de investigación del Estado, se cuenta con algunos paquetes tecnológicos que no han sido capaces de socializarlos y masificarlos en las diferentes zonas agrícolas de la región.
3.- Limitado desarrollo empresarial
Esto es consecuencia de un bajo nivel de educación y desconfianza de una parte de la población, provocando casi nulos los niveles de asociatividad. Los niveles de organización están vinculados a la comercialización, pero sin desarrollar todas las bondades que significa el trabajo en torno a la empresa o a las cooperativas. Solo una parte de los agricultores están vinculados a algún tipo de asociación, pero solo para la compra/venta de sus productos.
Lo mismo sucede en la parte media de la sierra, con sus productos de relativa mayor rentabilidad. Mientras que en la parte alta de la sierra, la gestión empresarial también es limitada, salvo algunas características de asociación derivadas de las vivencias de las poblaciones indígenas. Hay la necesidad de elevar la productividad y rentabilidad para lograr mayor competitividad.
4.- Reducido valor agregado
Los ingresos económicos de las familias rurales se ven limitados por el escaso valor agregado que se le da a la producción agraria, la cual en su mayor parte se comercializa en su estado primario. Hay poco trabajo para el manejo postcosecha y transformación.
En la costa y en la zona de sierra baja, donde hay acceso a mejores servicios, son limitadas las iniciativas a nivel los productores o de su organización de darle el valor agregado a su producción. En la zona andina el panorama es más crítico, más aún donde gran parte de la actividad agrícola sustenta la ganadería lechera, pero la retribución económica por la venta directa de leche es muy reducida. Pudiendo llegar a mejorar sus ingresos con el procesamiento de lácteos, para comercializarla en forma de queso, mantequilla, yogur, etc.
Limitado acceso a los servicios financieros
Otro factor que limita llegar a buenos niveles de competitividad, es la poca oferta de créditos a los agricultores. Agrobanco tiene un limitado alcance en la atención de los productores agrarios. También hay instituciones privadas que ofrecen créditos para el agro, pero con intereses muy elevados, como consecuencia de la baja confianza que tiene hacia los agricultores. Ya que esta actividad presenta muchos riesgos para recuperar los mencionados créditos.
Estas bajas colocaciones las justifican por la baja productividad que significa una limitada rentabilidad que no soporta estos altos intereses, además de la ausencia de garantías y la precaria formalización de la propiedad. Este panorama impide que los productores puedan acceder al uso de nuevas tecnologías para incrementar la competitividad que exigen los mercados.
Manejo del recurso agua
Existe una precaria infraestructura, con bocatoma y canales de distribución rudimentarios que provocan altas pérdidas del agua por infiltración. También la sobreexplotación de los pozos complica la sostenible oferta de agua que merece la actividad agrícola.
Desde la óptica de distribución del agua a nivel parcelario, no existe un buen programa de operación y mantenimiento. Y los problemas empiezan por un desconocimiento del recurso suelo, donde hay la necesidad de determinar las principales constantes hídricas (capacidad de campo, textura, estructura, velocidad de infiltración, conductividad hidráulica, capacidad de almacenamiento, etc.), para definir la frecuencia de riego, los volúmenes y caudal de agua que se deben aplicar en forma adecuada. Para los diversos cultivos que se siembran no hay una caracterización adecuada de los suelos llegándose a bajos niveles de eficiencia de riego.
En la parte andina, la mayoría de sus campos agrícolas dependen de las lluvias, por lo tanto, hay un factor aleatorio para el manejo de sus plantaciones. Pero, también hay un deterioro de los suelos por un manejo inadecuado de las pendientes que se emplea en la preparación de los suelos para la siembra. Las pocas áreas con infraestructura de riego cuentan con bocatomas y canales principales y de distribución, en mal estado.
7.- Tecnología en el manejo de los cultivos
Preocupa encontrar bajos niveles de productividad, manteniendo los mismos rendimientos desde hace varias décadas, sin tomar en cuenta que en otras zonas se ha logrado niveles que muchas veces duplican a las producciones que se tiene en la región. Es cierto que este es el promedio, pero también hay predios que tienen buenos rendimientos. Esta información es la que se debe extrapolar a predios de menor tecnología.