Escribe: Carmen Rivera, Docente Universitaria

“Es la luz lo que tiene que entrar en la oscuridad, por eso me han crecido los árboles en las orejas, por eso se han extendido mi esencia femenina hasta ti, tan cercano tu sexo, tu vientre plano hermoso” (Larrosa, 2021).

Mariana Larrosa Haro nace en México en 1955, miembro del movimiento infrarrealista inyecta su poesía de diálogo e interacción que difícilmente se aleja de lo testimonial. Cada inspiración es una confesión, una declaración de inquietudes sociales y constantes cavilaciones personales. La tradicional estructura poética del verso no es suficiente, es incapaz de revelar tanta fuerza e intensidad transgresora “Todas las mañanas podíamos besarnos y por eso empezar a tener fe en la tierra” (Larrosa, 2021).

Es por eso que la prosa poética arroga mayor relevancia en su obra. Es en “Ala prístina” donde la poesía erupciona y como lava ardiente cada término cobra un sentido inmanente corpóreo vital. “He visto tu cuerpo mujer, hombre, en la ciudad/ He estado solamente viéndote los ojos humanos/ He estado junto a tantas mujeres que tienen los labios pintados” (Larrosa, 2021).

Una poesía que se desarraiga de moralidad y buenas maneras para evocar al cuerpo reivindicado como símbolo de madurez humana, de presagio mayor, de tiempo que ya es pasado en búsqueda del hoy permanente, de realidad consumida por el brío del deseo. Es ahora, momento de soltar la rienda de la voluntad. “Abríamos los ojos: PURO VIENTO por todos los poros en todas las ciudades. El viento que ha salido de las bocas al hablar el aire que llega tibio porque nace a la orilla de los ríos, a la orilla de los cuerpos humanos” (Larrosa, 2016).

Ese golpe es fuerza, no soslaya lo femenino. Al contrario, lo legitima mostrándose al natural. Le brinda autoridad, existe sin silencios ni esoterismos. Lo exhibe concediéndole poder a lo visible: piel, labios, ojos y sobacos, todo se vuelve sublime en su discurso poético. “Como la música queda viva en el espacio para siempre ¿Así quedarán nuestras voces, nuestros gritos, nuestro olor aunque ya no vivan ni respiren nuestros cuerpos?”(Larrosa, 2021).

La voz lírica se hace visible y reclama el derecho al placer, la propiedad del orgasmo, la pertenencia del deseo, la posición para exigirlo, para hacer sublime el acto. Pero también evidencia el miedo, el temor al término, a un final inevitable, que culmine en un agotamiento para llegar al vacío de la ausencia; un testimonio carnal. “Nos sorprendían los desniveles naturales de la humedad, de las arenas; los desniveles de los animales que éramos” Mara Larrosa.