Cuando me hice miembro del Colegio de Periodistas del Perú, filial Arequipa, no fue calculando que alguna vez me serviría para trabajar en alguna entidad estatal como jefe de Imagen o asesor de alguna autoridad. Y no se apuren mis amigos y colegas relacionistas; no digo que esté mal ni es una crítica. Pero entre gitanos no nos vamos a leer las manos. Es harto conocido que la gran mayoría de los colegiados no hace periodismo hace mucho y se colegian para llenar el currículum. Solo expongo una realidad.
Somos pocos los que nos colegiamos y seguimos en el periodismo. Y creo que lo hicimos con el fin de encontrar un respaldo gremial ante los constantes riesgos jurídicos y físicos a los que somos vulnerables. Sobre todo quienes hacemos periodismo de investigación y crítico a las figuras de poder político de la región y el país.
Es claro que he y hemos sido, como medio, incómodos a muchos colegas y que no les gusta nuestro trabajo. No porque esté mal hecho, sino porque políticamente no les conviene y porque en varias ocasiones hemos tenido que «chocar» con ellos.
El periodismo es así y debe ser así. El roce entre el periodista y su colega que labora como jefe de imagen o asesor de imagen es inevitable. Es por ello que siempre he cuidado que cada afirmación que hago y hacemos en informes periodísticos esté debidamente documentado. Incluso en muchas ocasiones solicitando asesoramiento legal de especialistas, haciendo solicitudes de información y contratándola lo mejor posible.
El fin siempre es la búsqueda de la verdad y ser lo más precisos posible. Eso se llama periodismo de precisión. Y este no admite ambigüedades ni condicionantes. Es decir, evitar lo más posible utilizar el «sería», «habría» o cualquier otro. Porque al estar seguros de nuestras publicaciones lo más respetuoso al lector es señalarle lo que es. Porque el podría solo es significancia de un periodista que aún tiene dudas, que no terminó de investigar. Y el periodismo de investigación no admite dudas; o al menos no dudas que terminen por ser rebatidas fácilmente por el político o funcionario de turno.
Además, en este medio y personalmente, siempre hemos sido críticos de las autoridades de turno. Y una regla del periodismo es utilizar un lenguaje coloquial y sencillo, haciendo análisis de la noticia para que el lector pueda comprender y sacar su conclusiones. Un lenguaje que ácido, irónico, con algo de sorna es válido en el periodismo político. Y siempre vamos a defenderlo. Pero claro, sin llegar al insulto o la difamación, atribuyendo delitos sin mayor sustento. Como decimos: todo debe estar documentado.
Y de eso deberían ser más conscientes los propios colegas que hacen relaciones públicas; porque ellos también son funcionarios públicos. Y si te metes en política y en el aparato estatal debes aceptarlo.
Es por ello que debo manifestar mi decepción, al darme cuenta que, al menos en Arequipa, los periodistas somos vulnerables incluso ante nuestro propio gremio. El Tribunal de Honor del Colegio de Periodistas de Arequipa me ha sancionado por el reportaje: Carlos Zanabria ahora es especialista en Interculturalidad en el Ministerio de Cultura, pero no cumple el perfil. Todo por utilizar analogías o metáforas, señalar que su labor como reportero no es suficiente para el perfil del cargo al que postuló y ganó, y que mintió en la ficha de postulación respecto a su experiencia. Un caso que incluso el propio Ministerio de Cultura ya está investigando.
Un hecho que ha sido celebrado por varios coleguitas. Pero que en realidad, si queda consentido, significaría un grave atentado a la libertad de prensa, de expresión y de información de los ciudadanos y los periodistas.
En esa lógica, los políticos, autoridades y funcionarios ya no necesitarían acudir al Poder Judicial para quejar a un periodista por haberlo criticado con analogías o metáforas. Con esa lógica, el gobernador Rohel Sánchez, ex jefe de Carlos Zanabria, debería acudir rápidamente al Tribunal de Honor del Colegio de Periodistas para quejar a los colegas de radio Exitosa por haberle dicho que «mete la cabeza debajo de la tierra cual avestruz» al no darle la cara a los medios de prensa. Una demanda que interpuso y que iba a caerse fácilmente, pero que en el Colegio de Periodistas debería progresar. Ahora cualquier político o funcionario, al decirle «incapaz», «camaleón», «que le mete el dedo al pueblo» —o sea le engaña al pueblo—, «conchudo», «falso», o a quien se le atribuyen delitos de corrupción sustentados con documentos, debería acudir al Tribunal de Honor. Teniendo jurisprudencia como la que acaban de marcar, eso debería ser un mero trámite que culmine con la suspensión del periodista. Así de fácil.
Es por eso que quienes lo celebran no son conscientes de lo que podría significar. O no quieren pensar en ello porque la consigna no es proteger al periodismo, sino solo dañar a quienes lo practicamos siempre con dignidad y responsabilidad. Así seamos incomodos, por encima de todo está el periodismo y la libertad de prensa y expresión.
Por eso, esta edición es de protesta. Queremos señalar que el periodismo está en riesgo. ¿Qué periodismo quiere el Colegio de Periodistas en Arequipa? Esa es nuestra pregunta. ¿Queremos censurar las notas y reportajes pensando que el lenguaje periodístico es tan mínimo que solo admite lo políticamente correcto? ¿Buscamos proteger a los funcionarios públicos y políticos que cometen actos de corrupción? ¿Queremos institucionalizar el espíritu de cuerpo, castigando a quienes nos metemos con el gremio utilizando conceptos como «la solidaridad entre colegas» o el falso «compañerismo»?
Son cuestiones que debemos resolver entre periodistas, pero que también la ciudadanía tiene derecho a conocer y a debatir. Y con cuestiones que estamos seguros, el Tribunal Superior del Colegio de Periodistas del Perú, sabrá resolver en bien de todo el gremio y por respecto a la democracia.