Escribe: Augusto Santillana / Abogado y analista político
Es claro que la vacada ex presidenta Boluarte logró mantenerse casi tres años en el poder presidencial por anuencia interesada de las bancadas de acuñistas, keikistas, cerronistas y porkistas, determinantes por el número de parlamentarios que los conforman. Siendo que, en tiempo récord, quienes la usaron la echaron. Ni ella misma, la vio venir. A casi todos les tomó por sorpresa. A los primeros minutos del viernes 10, el Congreso aprobó la vacancia presidencial por 122 votos a favor. ¿La causal? La consabida “Incapacidad moral permanente”, que a decir del Tribunal Constitucional, le corresponde al Congreso de la República el interpretar el encuadre del hecho a la causal de la incapacidad moral, porque forma parte de su potestad de acuerdo con el artículo 113, inc. 2 de la Constitución Política del Perú.
En efecto, en la Sentencia del Tribunal Constitucional, (Exp. 01803-2023-PHC-TC), sobre el recurso de agravio constitucional, planteado por el abogado de Pedro Castillo Terrones; el TC interpreta que la causal de vacancia por permanente incapacidad moral corresponde al ámbito de interpretación y valoración política institucional del Congreso de la República. Pero se debe determinar dentro de parámetros de estricta razonabilidad y en el marco de las garantías del debido proceso.
En cuanto al número de votos que se requirieron para expectorar a Dina Boluarte, tenemos que el Reglamento del Parlamento contempla un escenario “exprés”: con el acuerdo de las cuatro quintas partes del número legal de congresistas, es decir, con el respaldo de 104 parlamentarios, el debate puede realizarse de inmediato. Es lo que sucedió. Ante la negativa de la ex presidenta de ejercer su derecho de defensa, se procedió a la votación con el resultado ya conocido. Lo que nos lleva a la concluir, que en el Perú, quien gobierna es el parlamento. Ya no existe el régimen presidencialista. El presidente puede ser destituido cuando al Congreso se le ocurra. En tanto, no se precise una mejor definición de dicha causal a nivel del TC, la inestabilidad presidencial, estará en ciernes.
Es casi unánime que se trataba de la mandataria más impopular de nuestra historia republicana. A decir de varios analistas, el iniciar su mandato con el señalamiento directo como responsable de las muertes de casi cincuenta pobladores de las ciudades del sur del Perú, en su gran mayoría, a raíz de las protestas sociales por la vacancia de Pedro Castillo, entre diciembre de 2022 y enero de 2023, le complicó dotar de gobernabilidad a su gestión, aunado que había prometido que si Castillo era vacado, ella se iría con él. Al no hacerlo, se tomó como una traición que la desacreditaba en el cargo. Para el pacto de gobierno, estando próximas las elecciones, les era insostenible la permanencia de Boluarte en el cargo. Había que expectorarla ya.
La celeridad para sacarla del poder tiene relevancia en el atentado criminal a la orquesta de cumbia norteña “Agua Marina”; lo que precipita la decisión oportunista del Congreso. Los líderes de las bancadas que manejan el parlamento, tomaron en debida cuenta las cada vez más numerosas marchas de la Generación Z por el descontrol de la criminalidad en el país. Pero lo que fue más impactante, fueron los momentos de exposición a su integridad que vivió el comunicador, ahora candidato, Phillip Butters, al salir de una radio en la ciudad de Juliaca. El exacerbado popular lo motivaron los irresponsables comentarios del mismo Butters. Quién lanzó calificativos despectivos contra la población andina tildándolas de “terroristas”. Y abonado por preguntarse públicamente el “porqué la policía no les mete bala a los señores que protestaban por la vacancia de Pedro Castillo”. Fue el germen que atizó la hoguera. Eso no es ir contra las ideas que ahora pretende justificarse el periodista, si antes llamó a la violencia. Es conocido que el centralismo limeño descalifica todo tipo de protestas y las sataniza.
Eso habría apurado que los candidatos presidenciales del pacto hayan querido curarse en salud del descontento generalizado. Con el fin evitar que hechos lamentables se vuelvan a producir cuando en campaña por los votos visiten el sur nacional. Ya están las cartas expuestas sobre la mesa.