Por Jorge Luis Quispe Huamaní
Manuel Burga, historiador insoslayable y ex director del Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social revisita su ensayo de 1992 y lo actualiza en virtud de la oscuridad de la coyuntura actual. En este ensayo explica la urgencia de adquirir una conciencia histórica que dignifique a todos los peruanos.
La historia es vista hoy como un entretenimiento del que se puede prescindir en función del gusto individual. Y debido a ello la reedición de este libro es en sí mismo un acto de justicia ya que su autor la rescata y le confiere nuevamente la posición que siempre tuvo: una ciencia al servicio del desarrollo de las sociedades y un vasto y luminoso manantial de conocimiento. Burga intenta responder nuevamente a una interrogante que surgió hace más de treinta años, en plena dictadura fujimorista: advierta el lector la pertinencia de su actualización.
Burga es ante todo un científico social y como tal, su fundamentación se apoya en una selecta bibliografía que nos acompaña en los tres capítulos de este breve ensayo. Así, en la primera parte el autor advierte que ninguna sociedad en el mundo ha fomentado una idea de “nación” admirando a otras civilizaciones, lo que en el Perú de hoy es una contradicción infundada. Cada período convulso empuja a los peruanos a interrogar a la historia su utilidad y dado los tiempos que corren es imperativo que podamos responder a las urgencias del presente con el propósito de contribuir a la construcción de una nueva identidad, la cual, como no puede ser de otra forma, exige la participación de las grandes mayorías y dejar atrás el carácter sectario del discurso oficial.
Al desentrañar la historia con objetividad, despercudida de apasionamientos, uno advierte que desde la colonia hasta entrado el siglo XX, el Perú ha sido la continuidad de esquemas políticos y económicos lacerantes para los conquistados en función de pequeñas élites. ¿Algo ha cambiado? Por ello, adquirir consciencia de ello nos compromete mejor con el Perú a futuro. Burga acusa la carencia de una historia nacional que supere la memoria del bien perdido que acuñara Garcilazo. Esta reprocha las frustraciones, fracasos y retrocesos vividos, mientras que aquella puede reivindicar los logros de la civilización Inca, y describir el desarrollo de principios básicos como la reciprocidad, la redistribución y el aprovechamiento vertical de los pisos ecológicos que les permitieron dominar gran parte del continente sudamericano. Estos estudios han emprendido ya su propio derrotero en la historiografía peruana en la segunda mitad el siglo XX.
Es ilustrativo el paralelo que describe al comparar las civilizaciones europeas con la nuestra. Mientras que las ciudades europeas se caracterizan por ser viejas y acabadas, las nuestras están en constante nacimiento perpetuo. La conquista implicó una intempestiva apertura al comercio mundial y ésa manera abrupta de ingresar a la modernidad arcaizó nuestra sociedad en lugar de impulsarla. Fenómeno que parece tener implicancias hasta nuestra actualidad. Burga descree de los nacionalismos en su extremo intolerante y excluyente pero no de la “nación”, a la que le dedica un exhaustivo análisis. Sin embargo, recuerda que dos de sus componentes como la religión y la lengua fueron desintegradoras de las civilizaciones andinas. Y hasta la centuria de 1990 – 2000 (o quizá hasta nuestros, juzgue usted) el Estado no es capaz de integrarnos nacionalmente y por ello deviene en autoritario, antidemocrático y antipopular.
El autor advierte que ésa nación permanece latente en los peruanos, y se expresa a través de múltiples expresiones, literarias y artísticas. Aquella, tuvo su último protagonismo durante las marchas de noviembre del 2020 que lograron expectorar a Merino del cargo. Burga anota que ésa movilización nacional se caracterizó porque los manifestantes ya no se preguntaban qué es o quiénes integran el Perú, sino que estaban ahí para decir: nosotros somos el Perú. Una luz de aquella promesa republicana incumplida de Basadre, las muchas naciones y no sólo una.
En este ensayo, además de ilustrar con destreza las variables de conceptos como nación, nacionalismo o patria que las generaciones de intelectuales peruanos estudiaron, Burga aboga por una nación compartida que permita construir una civilización que trascienda dogmas y prejuicios. Un libro memorable y necesario en este año en que las tropelías, desmanes y abusos vienen desde quienes debieran protegernos.