Graffiti Político: Evo le da brillo a la derecha

Por Augusto Santillana. Abogado y analista político

Bolivia, país hermano, que nos traslada a su música, a su folklore, a su misticismo. Ahora se encuentra en las primeras planas, pero por encontrarse literalmente sin pan, sin gasolina y sin dólares. Y Ad portas de un cambio de timón por las elecciones generales de ayer domingo 17 de agosto, donde más de siete millones de bolivianos sufragaron para elegir a un nuevo presidente de la república. Bolivia pasó de ser el milagro económico en la región gracias a las exportaciones de sus ingentes reservas de gas natural, a una economía en cuidados intensivos.

La merma en la diversificación productiva, los subsidios a los combustibles y diversos programas asistencialistas, han debilitado gravemente su economía, con una escasez de dólares para afrontar el pago de sus importaciones. Se han ralentizado las reservas del gas por no ampliar su capacidad extractiva en nuevos yacimientos. Y el boom del litio no es suficiente para equiparar la reducción de sus ingresos y la casi total desaparición de sus reservas internacionales. 

La inflación se ha disparado al 25%, su indicador más alto desde hace cuarenta años. Las principales agencias calificadoras de riesgo, como Moody´s, Standard and Poor’s y Fitch Ratings, la ubican en su nivel más bajo de solvencia crediticia y capacidad de pago. Y todo ello, en el discurrir del gobierno de Evo Morales, que detentó trece años el poder y de Luis Arce, actual presidente. Ambos al frente de un partido de línea progresista —el MAS, “Movimiento al Socialismo”— gobernaron el país más pobre de América del Sur. Canalizando el ansia de reparación histórica de la amplia mayoría de la población indígena y mestiza secularmente excluida o marginada por la “oligarquía” tradicional de estirpe criolla. Todo a la sazón diana constante de las acusaciones de Morales, sindicalista fogueado en las luchas reivindicativas de estos pueblos. Cuya gestión ha arrastrado a la crítica situación por la que atraviesa Bolivia, cuya población urge de cambios. 

En estas elecciones, por primera vez, son los candidatos de derecha, quienes se perfilan como ganadores. Ya sea con Samuel Doria Medina, millonario empresario que viene tentando varias veces por alcanzar la presidencia o el ex presidente Jorge Quiroga. Ambos representan opciones liberales y prometen hacer cambios drásticos en el actual modelo político, social y, principalmente, económico. De acuerdo a las últimas encuestas, ambos se perfilan para definir la presidencia, en una segunda vuelta prevista para el próximo 19 de octubre. 

En tanto, es la población de los sectores más populares, la más perjudicada. La volatilidad del dólar aunada a la devaluación de su moneda, les pasa factura. Sin embargo, la influencia de Evo Morales, no deja de ser protagonista en estas elecciones. A raíz, que no fue admitido como candidato, viene promoviendo el voto nulo o viciado. Y, en caso de ganar cualquiera de los candidatos que postulan, sus huestes vienen denunciando que no reconocerán al nuevo presidente y seguirán las movilizaciones y paros en todo el país.

A decir de varios analistas, para garantizar un auténtico Estado de Derecho es necesario regresar a la anterior Constitución, como un paso a la verdadera institucionalidad republicana y democrática. Y acabar con el legado del gobierno de izquierdas cuyos cambios en la actual Constitución hacen que mantenga su influencia en las principales instituciones públicas, como el Tribunal Supremo Electoral, el Tribunal Supremo de Justicia y el Congreso.

Y, es que consideran que el gobierno de Morales propició una dictadura institucional en Bolivia. La misma que devino en la degradación del gobierno que se alineó con gobiernos dictatoriales como Venezuela, Cuba, Nicaragua. Es evidente que el caudillismo y la personificación de la imagen degeneran en un abuso de poder y en un gobierno totalitario disfrazado de legalidad, sea de izquierdas o de derechas. Tal como estamos viendo en la región con Nicolás Maduro, con Daniel Ortega o ahora, en El Salvador, con Nayib Bukele. Quienes, abusando de su posición, modifican las reglas de juego de un sistema democrático con alternancia en el poder y se les da por perennizarse en el cargo, con las consecuencias que luego vemos. Lo bueno que pueden haber logrado transita luego en detenciones arbitrarias a miembros de la oposición y a periodistas que cuestionan el régimen. Y se va degenerando el gobierno en actos de corrupción en la alta dirección del poder a cargo. 

Esperamos por el bien del país altiplánico que el nuevo gobierno retome el camino del respeto del Estado de Derecho que conlleva el fortalecimiento de las instituciones y la seguridad jurídica. Tan necesarios para lograr un escenario propicio para la inversión extranjera, para atraer capitales frescos que puedan reiniciar el aparato productivo que permita el crecimiento sostenido de la economía y lograr que las carencias que viene padeciendo Bolivia queden en la saga de su pasado.