Isaac Martínez Gonzales. Especialista en infraestructura hidráulica
La eficiencia en el uso del agua para riego se define como la relación entre el volumen de agua requerido por los cultivos y el volumen realmente utilizado. Este control empieza desde la captación, en las tomas o bocatomas, si se trata de estructuras estables.
En un sistema de riego, se distinguen tres niveles de eficiencia: la eficiencia de conducción —referida a los canales principales o «canal madre»—, la eficiencia de distribución —por los canales laterales— y la eficiencia de aplicación, que es la más descuidada y la que genera mayores problemas de sobre riego, especialmente en nuestra región. La eficiencia total del sistema resulta de la multiplicación de estas tres. Su rendimiento varía según el tipo de riego.
Las juntas de usuarios, como operadores de la infraestructura hidráulica menor, deberían actualizar regularmente estos cálculos para reducir pérdidas y optimizar el uso del recurso. Sin embargo, en la práctica, no lo hacen. Los gerentes técnicos —quienes a menudo ni siquiera son técnicos— priorizan trasladar la mayor cantidad de agua posible a su zona de influencia, sin importar las consecuencias.
Un ejemplo claro es la Junta de Usuarios de la Pampa de Majes, que durante doce años cuestionó la Resolución Directoral N° 324-2011-ANA-AAA CO, del 3 de agosto de 2011, que establecía un volumen anual de 384.963 hm³ para las 23,000 hectáreas de la primera etapa. Esta disposición se ratificó con la Resolución N° 183-2023-ANA/TNRCH, del 26 de abril de 2023, pero aun así no se cumple.
Para mejorar la eficiencia de conducción y distribución, se deben minimizar las pérdidas por infiltración y percolación profunda. Para ello, se recurre al revestimiento de canales con concreto simple o armado. Sin embargo, el ahorro de agua logrado con estas obras rara vez se cuantifica en los expedientes técnicos. La pregunta clave es: ¿qué sucede con el agua que ya no se pierde por infiltración? ¿Quién la utiliza? En la práctica, el caudal derivado en la toma permanece igual, lo que permite su uso indebido como parte del sobre riego.
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En muchos casos, el revestimiento de canales se justifica sólo por razones estéticas o prácticas: facilita el riego, reduce la necesidad de escarbo y “se ve mejor”. Pero en términos de eficiencia hídrica, su único efecto tangible es evitar el retorno de agua contaminada.
Si se conociera el monto total invertido por el Estado —a través de programas como el Programa Subsectorial de Irrigaciones (PSI), hoy en riesgo de desaparecer— en revestimiento de canales, surgiría una pregunta inevitable: ¿cuánta agua se ha ahorrado con esa inversión? La respuesta: ninguna.
Otra reflexión importante: ¿tiene sentido revestir canales en valles donde se cultiva arroz, especialmente si la cuenca es regulada? En Majes y Camaná, por ejemplo, el agua es controlada por la represa de Condoroma, que suministra caudales incluso en épocas de estiaje. En estos casos, el revestimiento no minimiza ninguna pérdida significativa. Solo se justificaría en el canal principal, y aún así, considerando adecuadamente la subpresión del agua durante la campaña arrocera. En 1986, en el canal El Brazo de Camaná, fallaron aproximadamente 300 metros de canal recién revestido debido precisamente a la subpresión.
Según un estudio realizado en 2013 en la irrigación de la Pampa de Majes, la eficiencia de aplicación del riego por aspersión era de 58.7 %, y por goteo, 76 %. Deberían aproximarse al 75 % y 90 %, respectivamente. Estos niveles bajos explican el sobre riego observado en deslizamientos y el afloramiento de aguas subterráneas en la sección B3. En otras palabras, el sistema es ineficiente, a pesar de que los agricultores saben que se están perjudicando.
Un ejemplo positivo es el de los agricultores de Piura. Ante la pérdida de capacidad de la represa de Poechos por sedimentación, ellos mismos redujeron el módulo de riego de 12,000–14,000 m³/haaño a 10,000–12,000 m³/haaño, sin afectar la productividad de sus cultivos.
Cuidemos el agua. Es un recurso limitado, y su uso ineficiente compromete el presente y futuro de nuestra agricultura.