La madrugada del jueves marcó un nuevo golpe para la movilidad de los venezolanos: el régimen de Nicolás Maduro revocó concesiones y canceló vuelos de seis aerolíneas internacionales, dejando a miles de pasajeros sin ruta. La medida paralizó viajes planificados desde hacía meses, atrapó familias en distintos países y aumentó el aislamiento de un país ya desconectado del mundo. Testimonios desde Buenos Aires, Caracas y Madrid retratan el impacto humano de una decisión que volvió a dejar a la diáspora sin caminos de regreso.
A lo largo del día, los relatos coincidieron en una misma sensación: desamparo. En Buenos Aires, viajeros como Mariela Ramírez despertaron con la noticia de que sus vuelos habían desaparecido del tablero. Lo que esperaba fuera un reencuentro familiar se convirtió en incertidumbre migratoria. En Caracas, parejas como Carolina y Miguel detuvieron el armado de sus maletas al enterarse de que el ansiado viaje para conocer a su primer nieto podría no concretarse. No fueron los únicos: cientos de pasajeros amanecieron revisando correos y notificaciones que solo confirmaban la suspensión de rutas.
El caos también alcanzó a quienes viajaban con escalas previstas en Caracas. En Madrid, veinte bailarines colombianos del colectivo Pueblo Latino quedaron varados en el aeropuerto de Barajas desde el 26 de noviembre, durmiendo sobre mantas y valijas tras la cancelación de Estelar. La aerolínea ofreció reembolsos y reprogramaciones, pero ninguno con una fecha segura de salida, por lo que el grupo pidió apoyo a la Cancillería de Colombia. La escena repetida en varios aeropuertos refleja un patrón ya conocido por la diáspora: rutas que se reducen, conexiones que colapsan y familias que dependen de decisiones tomadas lejos de ellas.
El Gobierno venezolano atribuyó la medida al vencimiento del plazo otorgado a Iberia, TAP, Avianca, Latam Colombia, Turkish Airlines y Gol para reanudar operaciones. Las compañías habían limitado sus vuelos tras las alertas de seguridad emitidas por Estados Unidos y replicadas por España. Desde el oficialismo, Diosdado Cabello defendió la decisión con un mensaje desafiante: “El Gobierno decide quién vuela y quién no”, una postura que profundizó las críticas frente al impacto humanitario que generan estas restricciones.
Expertos advierten que la ruptura de acuerdos aéreos puede desencadenar respuestas recíprocas de los países afectados, agravando el aislamiento de Venezuela, ya de por sí uno de los territorios menos conectados de la región. Mientras unas pocas aerolíneas intentan sostener operaciones mínimas, miles de pasajeros vuelven a quedar atrapados entre fronteras, trámites y fechas inciertas. Para los más de ocho millones de venezolanos que viven fuera del país, cada nuevo veto aéreo se siente como un cierre más de las pocas puertas que aún quedan abiertas para mantener vínculos, afectos y proyectos en medio de una movilidad cada vez más restringida.




