Meditaciones arequipeñas: El tránsito imposible de Arequipa

Por Jorge Luis Quispe Huamaní

Basta el intento de transitar entre las seis y las nueve de la mañana por el centro histórico para advertir que el transporte —público y particular— es un potencial riesgo para el peatón. Riesgo que se agrava si uno toma en cuenta las mal llamadas intervenciones viales que el municipio provincial de Arequipa ha emprendido a la carrera en este último tramo del año. Las cousters y los autos tienen una sola consigna: ganarle al semáforo sin importar quién o cuántos quieran cruzar por la línea de zebra.

Cerrado el carril de subida de la avenida Abelardo Quiñones, los autos se han visto obligados a transitar de ida y vuelta al puente por el carril de bajada. El detalle, que no es para nada una sorpresa, se observa a tan solo una cuadra del óvalo Quiñones. Las unidades que suben y bajan por el mismo carril terminan encontrándose cara a cara. Y si a eso usted le añade el infierno de las calles transversales de la urbanización “Magisterial”, el resultado no es otro que una serie de choques, no de gravedad, pero el espectáculo es grotesco.

Choferes gritándose, insultándose, profiriendo los más variados agravios verbales y de fondo la sinfonía perpetua del claxon. Y al último, el pobre peatón, el escolar que intenta cruzar desde la avenida Enmel hacia el estadio de Umacollo, tienen que sortear este espantoso laberinto, solo porque este desvío no contempló la solicitud de un Policía.

Al hilo de lo expuesto, en el cruce de la calle La Recoleta con la avenida Ejército se aglomeran los carros, cada mañana, intentando sobrepasar el semáforo sin el cual los peatones estarían total y completamente desprotegidos. Los apurados conductores han perdido cualquier señal de respeto por el peatón, no les interesa, no les importa, no les genera ninguna idea de civilidad. Es como si el estar al volante les permitiera violar toda norma de sana convivencia, sentimiento por lo demás estúpido pues es esa misma adrenalina la que los obnubila y terminan matando o matándose, las más de las veces.

No se me escapa que han cerrado el óvalo Grau, ignoro el propósito de ello pues solo a veces se puede ver obreros trabajando y otros días no hay nadie laborando. A lo que iba, cerrado el óvalo, los carros que salen del puente Grau en dirección a la avenida La Marina tienen que voltear en U, ya se imaginará el lector que si son varios los carros con el mismo objeto, ello bloquea el tránsito de las combis. Así, la circulación vial en el ingreso al cercado se convierte en otra telaraña impenetrable, y lo mismo, sin policías. La cosa no mejora en Vallecito, el intercambio vías de la calle Lima ha generado según los propios vecinos que las cousters de transporte público bajen por esta vía a una velocidad imprudente que ya ha generado algunos accidentes. Y no voy a detallar aquí el desastre de la avenida Andrés Martínez.

El Plan de Desarrollo Metropolitano no detalla con precisión qué o cuáles vías podrían descongestionar avenidas como la Ejército, La Marina, Goyeneche o Independencia. En lo tocante a transporte, el PDM no tiene ideas o propuestas claras. Y aquí me gustaría recordar el compromiso que el alcalde provincial expuso en agosto donde mostró un papel que según él era un compromiso de la empresa privada para ejecutar el perfil y/o expediente técnico del intercambio vial para el cruce de la avenida Villa Hermosa y Metropolitana. Son ocho carriles en pugna por ver cuál carro viola con más rapidez el único semáforo de ésa zona. Los carros vienen de la Chopería y salen de Pachacútec en un cruce de película mientras otros bajan por la Villa Hermosa y otros suben de la Metropolitana en igual o peor competencia.

En fin, esta ciudad es grotesca para quien camine por las avenidas que dicho sea de paso la limpieza y el ornato le son ajenas por completo. Y esa ausencia ha dado paso a un fétido ambiente de despojos de vejiga. Mal no haría en tratar de siquiera limpiarla.