Por Augusto Santillana. Analista político

En un artículo en su columna de “El Comercio”, el abogado y ex parlamentario Natale Amprimo, señala, “En el Perú, el Presidencialismo, agoniza”, señalando que en nuestra historia republicana siempre hemos tenido crisis de gobierno, que nos ha llevado a ir haciendo remiendos o mejoras a nuestro sistema de gobierno, lo que sin la mayor reflexión de su conveniencia socio-jurídica, hemos llegado a crear un “arroz con mango”. O, un “Frankenstein”. Ello, en esencia es cierto. Pues no somos en puridad, como sistema de gobierno, ni un parlamentarista puro ni tampoco, un presidencialista.

Así pues, por el modelo parlamentario, se entiende a aquel en el que los miembros del parlamento son elegidos por el pueblo y el Gobierno es formado por el Parlamento que “inviste” al Jefe de Gobierno, propuesto por el Jefe de Estado, el cual, puede ser un monarca o un presidente. Esto último significa, además, que el Ejecutivo está constituido por un jefe de Gobierno (primer ministro y su gabinete) y el jefe de Estado. Ello, determina al Gobierno como responsable ante el Parlamento, siendo que cuando éste le pierde la confianza, el Jefe de Gobierno, cae. Pero el jefe de Estado, se mantiene incólume. El modelo clásico, es el inglés, pero también existe, con variantes, en España, Italia, Alemania, entre otros.

El modelo presidencial, tuvo su origen en las trece colonias inglesas de Norteamérica, hoy, Estados Unidos. Donde el primer elemento esencial, es la separación orgánica de poderes, legislativo, ejecutivo y judicial. La esencia, es que, existe una independencia jurídica recíproca entre dichos poderes. El régimen presidencial establece “La estabilidad del Poder Ejecutivo dirigido por el Presidente de la República, que es a la vez, jefe de Estado y jefe de Gobierno, el cual, nombra a sus ministros o secretarios de Estado”. La permanencia del Gobierno, es independiente del juego de las mayorías parlamentarias, ya que estas no pueden censurarlo o vacarlo; ni obligarlo a dimitir por razones políticas. Asimismo, el Ejecutivo no puede disolver el Parlamento. Por tanto, la responsabilidad y permanencia del Presidente, es solamente del pueblo que lo eligió. No existen votos de confianza, mociones de censura, vacancia presidencial ni tampoco, cuestión de confianza ni disolución del Congreso.

Pero, hay otro sistema de gobierno más. El modelo semipresidencialista. El profesor Giovanni Sartori, refiere que tanto, el parlamentarismo como el presidencialismo pueden fallar, especialmente en sus formas puras. Es a partir de estos dos extremos, que surge una solución mixta, que calce en medio de estos sistemas y que tenga a la vez, elementos de ambos.  El semipresidencialismo funciona basado en el poder compartido: “El presidente comparte el poder con un primer ministro; a su vez, el primer ministro debe conseguir un apoyo parlamentario continuo”. En la Constitución francesa, en relación al primer ministro se establece: “El Gobierno determina y dirige la política nacional y el primer ministro, dirige las acciones de gobierno”. Pero aún en este sistema, puede caer el gabinete, pero el presidente se mantiene. En el Perú, asumimos un modelo presidencialista. Pero, a decir de la frase del “arroz con mango”; nuestra Constitución, tiene establecido, en el artículo 113, numeral 2. la vacancia presidencial, por la causal de incapacidad moral o física permanente. Declarada por el Congreso. Con lo cual, desde el inicio, se fragiliza este modelo. Y, al reciente pronunciamiento del Tribunal Constitucional, en la Sentencia recaída  en el Exp. 01803-2023-PHC-TC), sobre recurso de agravio constitucional; el TC interpreta que la causal de vacancia presidencial por permanente incapacidad moral corresponde al ámbito de interpretación y valoración del Congreso de la República. Osea, la suerte del Presidente de la República, depende del parlamento. Con lo cual, tenemos que, del modelo presidencialista, ahora, pasamos al modelo parlamentarista, o, mejor dicho, “sinceramos el asunto”. Ahora, con la bicameralidad, penderá del Senado, y de sus integrantes a ser elegidos este 2026, la cabeza del futuro presidente, cual, espada de Damocles. Con lo que, a decir, del artículo de Natale Amprimo, no es que el presidencialismo este en agonía. Sino que sencillamente el presidencialismo en el Perú, ha muerto.

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