Por Jorge Luis Quispe Huamaní
Una constelación de artistas, intelectuales y académicos, convertirán la ciudad de Arequipa, por cinco días, en el epicentro del pensamiento, el lenguaje y la reflexión del mestizaje y la inteligencia artificial en la lengua que usamos para comunicarnos más de un millón de arequipeños que sobrevivimos o malvivimos en esta parte del mundo.
En el otoño de 1994, Ronald Sharp entrevistó al maestro George Steiner para The Paris Review. En aquella ocasión el autor de “Después de Babel”, afirmó que la mejor literatura se estaba escribiendo en Latinoamérica y en Europa del Este. Con ello el profesor judío francés daba a entender que el gran pensamiento florece bajo presión. El auténtico pensamiento concentrado es casi lo más difícil que existe y halla su fértil desarrollo y apogeo en el contexto más adverso de presión y censura. Bajo esta consigna resulta profundamente imperativa la oportunidad que un evento de tal magnitud tenga lugar en Arequipa. Dada la crisis social y política que padecemos, concluido el congreso podemos ser entusiastas beneficiarios de las ideas, análisis y propuestas que pueden servir de guía en este bucle grotesco y corrupto en el que estamos imbuidos cerca de una década.
El congreso por supuesto incluirá un homenaje a Mario Vargas Llosa, para quien la literatura era fuego, un fuego que nos alcanza, nos devora, nos consume y nos redime a todos. La lengua necesita y al mismo tiempo permite la libertad y las formas más elevadas de convivencia. La lengua si bien es dinámica y se desarrolla en el tiempo es una herramienta fundamental para la democracia, sobre la cual, a lo largo de la historia los regímenes autoritarios han intentado dominarlo, trastocarlo y valerse de aquel pues son conscientes de su poder. En estos días de revolución digital artificial, la lengua es objeto del envilecimiento del poder, basta ver cómo la estigmatización y los agravios son armas verbales para reprimir las ideas argumentadas y sustentadas en el conocimiento.
Las sesiones plenarias y los paneles incluyen temas que abordan el mestizaje, el lenguaje claro y acceso y los retos de la inteligencia artificial. Evidentemente no puede reflexionarse sobre ello sin pensar en la democracia, la libertad, el periodismo y el fenómeno cada vez más brutal de la desinformación. En el último decenio del siglo XX, los intelectuales alertaban que los medios de comunicación habían suplantado y reemplazado a los partidos políticos. Sin embargo, ahora, cabría decir que las redes sociales han reemplazado a los medios, y no solo eso, sino que la manipulación de la información, las noticias falsas, los insultos, los agravios, han reemplazado a las ideas. Y por ello mismo, es más urgente cuidar el lenguaje, preservar la comunicación que ha permitido el desarrollo que gozamos hasta nuestros días. Y si de defender, vigilar, custodiar y enriquecer el lenguaje hablamos, los novelistas que despiertan mayor expectativa son Javier Cercas, Juan Gabriel Vásquez y el histórico primer director del diario El País, Juan Luis Cebrián.
El lenguaje como medio de comunicación debe adaptarse sin perder su rigurosidad, por ello es una obligación de los cultores de la lengua, escritores y periodistas, embellecer y dinamizar el lenguaje sin rebajarlo a los intereses del poder. Azorin, Ortega y Gasset, y Javier Marías son tres españoles que han revolucionado el español, puliéndolo, desarrollándolo y enriqueciéndolo demostrándonos que sí es posible cuidar la lengua con creatividad, estética y elegancia. Entiendo que por ello esta décima edición del Congreso tiene como segunda consigna: el lenguaje claro y sencillo, como un propósito de volver la mirada al pasado y recuperar aquellos dos caracteres que cultivaron los orfebres de la palabra antes citados. Los extremos políticos de nuestros tiempos pretender apoderarse del lenguaje y usarlo como una ametralladora verbal para acabar con sus opositores. Es por ello de quedemos mirar al pasado para reivindicar el genuino y fructífero rol que la lengua puede muy bien elevarnos a niveles superiores de convivencia y desarrollo.
No quisiera concluir esta columna sin expresar la ilusión que me produjo la confirmación de que durante estos cinco días se desarrollará un pequeña Feria del Libro en la primera cuadra de la calle Santa Catalina. Así, podemos hacernos de los libros que escribieron nuestros visitantes. Si no fuera por este Congreso y el Hay Festival, la ciudad de Arequipa seguiría siendo este año, una ciudad huérfana de ferias de libros. El alcalde provincial restringió el tradicional Festival del Libro, no se hizo y en la víspera de su realización, clausuró la Feria Internacional del Libro. Que no nos confunda.