Historias al atardecer Por Sarko Medina Hinojosa

ChatGPT le negaba todo. «No puedo crear contenido que dañe a personas reales», repetía el bot como disco rayado.

Clarissa cerró esa ventana y abrió Reddit.

En r/DeepFakes encontró lo que necesitaba: tutoriales, programas sin filtros morales, hasta gente dispuesta a ayudar por cincuenta dólares. Usó la tarjeta de emergencia de su padre.

Le tomó tres días dominar FaceSwap Ultra. El material estaba todo en el TikTok de Claudia: cientos de videos, miles de expresiones faciales, horas de su voz. Era como si ella misma hubiera construido su propia trampa.

Todo empezó con una estrellita.

Esas estrellitas de colores que usaban para tapar granos de acné. Todas en el colegio las usaban. Clarissa tenía una esa mañana, justo cuando Pedro pasó a saludarlas.

Claudia la arrancó de un jalón.

El grano, muy maduro, reventó. Una bota blanquecina bañó la nariz de Pedro. El muchacho se limpió con asco y se fue sin decir nada.

Las risas del grupo resonaron en el pasillo.

Clarissa y Claudia habían sido amigas. De esas que van juntas a quinces, hacen grupo, se burlan de las extravagancias de las cumpleañeras y de los bailes de los damitos. Clarissa era del club de debate, considerada bonita. Claudia corredora de 100 metros planos, la chica con mayor índice de popularidad del colegio.

Pedro era amigo de infancia de ambas. Hasta que se dedicó a ser influencer de juegos y lo perdieron. Ya no pasaba tiempo con ellas, solo con su consola y sus doscientos mil seguidores por Steam.

Pero Claudia nunca dejó de quererlo. Y culpó a Clarissa de haberlo perdido.

De allí en más fue una guerra: videos desacreditándose mutuamente, mensajes, memes. Hasta que Claudia usó IA para un trabajo del instituto y llenó la cara de Clarissa de acné en una animación onírica que mostró frente a toda la clase.

Tres millones de vistas tuvo #LaLocaDelAcne.

Suspendieron a Clarissa dos semanas por intentar golpear a Claudia después de la exposición.

El video final que creó Clarissa mostraba a Claudia confesando por videollamada: «Sí, lo planifiqué todo desde que Pedro nos dejó… la estrellita se la arranqué a propósito… el video del acné lo preparé durante semanas…»

Perfecto. Cada gesto, cada inflexión. La IA había aprendido a ser Claudia mejor que Claudia misma.

Lo subió desde cinco cuentas falsas el viernes a las 8 PM.

#ClaudiaLaMentirosa fue trending en dos horas.

A la medianoche, Claudia había borrado todas sus redes. Al lunes siguiente, ya no estaba en el colegio. Sus padres pensaban mudarse, decían. Lima, de repente. Miami, quizás.

Clarissa regresó después de su suspensión. El director la llamó a su oficina junto al profesor Carlos.

—Sabemos que fuiste tú —dijo el director—. Cuando termine la investigación, serás expulsada.

Clarissa asintió. Lo sabía desde el principio.

—¿Valió la pena? —preguntó el profesor Carlos, mientras la acompañaba a su salón.

Ella lo miró de reojo.

—Ya no importa —respondió.

Esa tarde, mientras descansaba en su cuarto, le llegó un mensaje de usuario anónimo en Reddit: «Vi tu trabajo. Impresionante. ¿Quieres hacer videos de políticos? Paga bien.»

El mensaje se autodestruyó en cinco segundos luego de aceptar y recibir coordenadas.

Clarissa cerró la laptop.

En su cuarto, frente al espejo, se tocó la cara. El acné seguía allí.

Como todo lo demás.

Pensó en Claudia, exiliada en alguna ciudad lejana con su propia colección de cicatrices invisibles.

Pensó en Pedro, que seguía jugando en su stream sin saber que había sido el detonante de todo.

Pensó en la estrellita que Claudia le arrancó esa mañana.

Y en cómo así empezaban las guerras. Pequeñas cosas que te convierten en territorio devastado, sin posibilidad de volver a ser lo que eras.