Abg. Arturo Montesinos Neyra. Analista político

El valle de Yauca, en la provincia de Caravelí, despierta cada campaña con la misma certeza: su aceituna de mesa es reconocida por textura, sabor y calibre, mientras los olivares que la sostienen arrastran una historia que se remonta a la Colonia. Lo que falta, coinciden productores y especialistas consultados, es un empuje institucional sostenido que permita convertir esa calidad en mejores precios y acceso a mercados más exigentes.

En los últimos años, Yauca y distritos vecinos han consolidado prácticas de manejo que favorecen un producto competitivo: control biológico de plagas, fermentaciones más estandarizadas y mejoras en poscosecha. El resultado se aprecia en la consistencia de la aceituna y en su recepción comercial. Sin embargo, la cadena todavía enfrenta cuellos de botella: equipamiento insuficiente en plantas artesanales, asistencia técnica intermitente y ausencia de una marca territorial que resuma el valor histórico y geográfico del valle.

Tacna es el espejo inevitable. Allí, una combinación de protección de origen, extensión agraria y mejoras de proceso permitió ordenar la oferta y negociar con más fuerza. En Arequipa, los avances han sido puntuales, pero en Yauca no existe todavía un plan integral público-privado con metas claras de calidad, trazabilidad y promoción. “La aceituna de Yauca compite, lo que necesitamos es constancia y reglas de juego que premien al productor que invierte en buenas prácticas”, señalan dirigentes agrarios de la zona.

La aceituna de mesa paga por atributos verificables. En mercados que exigen homogeneidad y relato de origen, la historia de Yauca es un activo: olivares centenarios en suelos costeros, clima y saberes transmitidos por generaciones. Convertir esa narrativa en valor requiere cerrar brechas técnicas y comerciales: calibrado, control de salmueras, análisis sensorial y etiquetado con trazabilidad por lote. Cada eslabón suma cuando el objetivo es salir de la competencia por precio y entrar a segmentos que reconocen calidad.

Qué debería activar el GORE Arequipa

  • Ruta de protección de origen. Iniciar, con universidades y productores, la caracterización varietal y sensorial de la aceituna del valle, base para una indicación geográfica o denominación de origen que ordene el uso del nombre “Yauca” y respalde un diferencial de precio.
  • Extensión técnica permanente. Servicio regional con metas por hectárea atendida y visitas de campo programadas, priorizando manejo de suelo y agua, control biológico y fermentación estandarizada.
  • Equipamiento poscosecha. Fondos concursables para calibradoras, cámaras, medidores de salmuera y mejoras de higiene y trazabilidad en pequeñas plantas.
  • Marca y promoción. Construcción de una identidad “Yauca, aceituna de costa sur” con material audiovisual, participación planificada en ferias y ruedas de negocio, y un calendario de catas técnicas.
  • Gestión hídrica. Mantenimiento de canales y riego tecnificado con metas anuales de eficiencia; sin seguridad de agua no hay estándar que se sostenga.

El olivo llegó al litoral peruano en el siglo XVI y encontró en la costa sur un hábitat óptimo. En Caravelí, los olivares de Yauca y valles aledaños se convirtieron en cultivo emblemático por estabilidad y empleo. Hoy, con mayor presión competitiva, el diferencial de calidad debe respaldarse con certificaciones, datos y procesos. En eso, la antigüedad de los árboles no es un recurso romántico: es evidencia de adaptación y continuidad, un argumento potente cuando se acompaña de mediciones y protocolos.

Productores locales reclaman propuestas al Gobierno Regional de Arequipa priorice un plan específico para Yauca en el presupuesto participativo del próximo año. La expectativa es iniciar una hoja de ruta con hitos verificables: estudios de caracterización, puesta en marcha de un servicio de extensión con cobertura mensual, equipamiento mínimo en plantas y una agenda de promoción que hable de calidad con números.

Mientras tanto, la campaña sigue. En Yauca, el trabajo empieza en el campo y termina en la mesa, pero el salto que falta depende de políticas que conviertan la reputación en contratos mejores. La historia ya está; ahora toca organizar el futuro.