Editorial: Sobre lo gajes del oficio
Hand with pen tied with rope, depicting the idea of freedom of the press or freedom of expression. Mixed media.

El periodismo es un oficio, aunque nuestra sociedad lo ha querido encasillar en una profesión netamente, la verdad es que en las casas de estudio se aprende lo básico —incluidos la ética— y luego se aprende en la calle.

A diferencia de otros profesionales, el periodista debe rozarse con el poder. Y más aún con quienes se mueven en los pasillos del poder; es decir, las personas. Algunos con más, otros con menos, esas personas pueden ir convirtiéndose en fuentes y, aunque no es lo ideal, convertirse de alguna forma en amigos o personas que generan algún tipo de admiración, por su trayectoria o sus acciones.

Esas personas nos leen, nos aconsejan, nos alientan y hasta nos pasan información a veces.

Cuando empezó Revelación.pe muchos nos alentaron y hasta se sumaron. Lo cual siempre se agradece, porque se trataba de grandes profesionales que han hecho carrera en otros medios. Todo va bien. Maravillas por aquí, maravillas por allá. «Qué bien que salió eso», «Ya era hora que alguien lo diga», son algunas palabras que puedo recordar a manera de parafraseo.

Hasta que toca hablar de ellos o de sus jefes o de sus amigos. Cuando pasa eso, algunos más centrados y con conocimiento del periodismo, lo comprenden y más bien piden el mejor tratamiento. Luego la vida sigue. Pero otros, los peores pienso yo, muestran su verdadero rostro: el del interés propio y del espíritu de cuerpo. Y hasta el de la amenaza y la difamación gratuita.

Esa gente, pienso ahora como director, es la que no debe caminar por los medios periodísticos o acercándose a periodistas. Al menos con periodistas de verdad, que buscamos dignificar nuestro oficio o profesión, como quieran decirle. Una que por mucho tiempo ha padecido las necesidades propias de la vida, como un sueldo digno o el reconocimiento social.

Y en todos estos años que hago periodismo me encontré a muchos como esos. Los que te buscan por algo y que te aplauden al principio pero luego te odian y hablan cuanta peste se les ocurre. Personalmente no me molesta, pero sí decepciona, siempre. Y la decepción es peor cuando se trata de personas que alguna vez admiramos, que han hecho un trajín de años, pero que al final muestran el cobre, como se dice coloquialmente.

Finalmente, lo único que debemos hacer como periodistas es seguir adelante. Siempre lo he juzgado como «Los gajes del oficio». Y más aún con el periodismo de investigación. No hay amigos y menos en el poder. Solo conocidos, fuentes y buenas intensiones hasta cuanto se pueda.