Luis Almagro, secretario general saliente de la Organización de los Estados Americanos (OEA), advirtió que América Latina podría enfrentar un “desastre económico regional muy violento” si Estados Unidos la obliga a romper sus vínculos comerciales con China. En entrevista con el Financial Times, Almagro criticó las presiones de Washington, especialmente bajo la influencia renovada del expresidente Donald Trump, y aseguró que ningún país de la región puede prescindir de su relación con el gigante asiático sin asumir enormes costos sociales y financieros. China es actualmente el primer o segundo socio comercial de la mayoría de países latinoamericanos, y su rol económico en la región es, según el diplomático, estructural e irreversible.
En 2024, el comercio bilateral entre China y América Latina alcanzó un récord de 518.470 millones de dólares, con inversiones que sumaron 14.710 millones ese mismo año. La región alberga actualmente a más de 37.000 empresas que operan directamente en China, mientras que países como Colombia han formalizado su adhesión a la Franja y la Ruta de la Seda. Este entrelazamiento económico no solo es profundo, sino que continúa en expansión. Para Almagro, la idea de romper estos vínculos por alineamientos geopolíticos impuestos desde Washington representa una amenaza directa a la estabilidad económica regional.
Durante su gestión en la OEA, Almagro denunció las tensiones internacionales que han obligado a América Latina a posicionarse entre China y Estados Unidos. Aseguró que “lo peor que le puede pasar a la región es verse forzada a elegir” y que lo más sensato para los países es mantener “las mejores relaciones comerciales posibles con todos los actores globales”. La advertencia adquiere peso político al producirse días antes de que deje el cargo oficialmente, consolidando una postura crítica frente a la diplomacia coercitiva estadounidense.
La presión de Estados Unidos no es nueva, pero se ha intensificado con el regreso de Trump como figura predominante en la política exterior. Las advertencias a países como Colombia, las presiones a México y la retirada forzada de Panamá de la iniciativa china de infraestructura son ejemplos de cómo Washington ha intentado frenar la influencia de Pekín en el continente. Para Almagro, esta estrategia refleja una visión anacrónica de la política hemisférica, aún anclada en la Doctrina Monroe, y desconectada de las dinámicas económicas reales del siglo XXI.
Desde China, las declaraciones de Almagro han sido bien recibidas. El politólogo Zhou Zhiwei, de la Academia China de Ciencias Sociales, señaló que “la mayoría de los gobiernos latinoamericanos resisten esa presión porque han visto resultados concretos en su cooperación con China”. Añadió que las acciones de EE.UU. vulneran el principio del derecho internacional a establecer relaciones comerciales soberanas. Mientras el tablero geopolítico se recalienta, América Latina aparece cada vez más decidida a no sacrificar su crecimiento económico en nombre de alianzas impuestas.