Por Gustavo Puma Cáceres. Planificador Urbano Territorial y Portuario, Gobernanza Territorial y Gestión de Ciudades Puerto. Mail: gpumacac@unsa.edu.pe

Arequipa, sin temor a exagerar, atraviesa una profunda crisis de gobernabilidad. A pesar de ser la segunda ciudad más importante del país, enfrenta una tormenta de problemas estructurales a menos de dos años de las elecciones municipales de 2026. Según el Índice de Competitividad Regional 2024 del Instituto Peruano de Economía (IPE), Arequipa ha caído del segundo al cuarto lugar en desempeño económico e institucional, superada por La Libertad y Cusco. Esta caída no es accidental: es el reflejo de una década de mala gestión, obras inconclusas y crecimiento urbano desordenado —200 mil habitantes nuevos en diez años sin planificación, según el INEI (2024).

Colapso político

El sistema político local se sostiene sobre alianzas coyunturales sin visión de ciudad. Los partidos tradicionales como Fuerza Popular, APP o Perú Libre no tienen presencia programática real en Arequipa, mientras que los movimientos regionales dependen de figuras personalistas sin propuestas técnicas.

La mayoría de candidatos sigue recurriendo al populismo urbano —promesas de seguridad y reparación de pistas— sin diagnóstico ni planeamiento. La participación ciudadana es prácticamente inexistente y los espacios de control social, como los Consejos de Coordinación Local, carecen de peso, lo que favorece la opacidad en la gestión pública.

En las elecciones de 2022, el 80 % de los candidatos no presentó diagnósticos ni planes de gobierno sustentados, según el Observatorio Electoral Arequipa. La improvisación es la norma.

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Economía en retroceso

Arequipa enfrenta un estancamiento económico preocupante. Mientras la pobreza monetaria en el país bajó del 29.1 % al 27.6 %, en Arequipa subió por tercer año consecutivo: del 13.9 % al 15.8 %. Solo en el último año, 16 mil personas cayeron en pobreza, y en cinco años el número total se ha triplicado (de 81 mil en 2019 a 252 mil en 2024).

Pese a su potencial económico, la región no despega por tres factores clave. Desaceleración productiva: sectores como agroexportación, turismo y construcción están frenados por burocracia y falta de incentivos. Informalidad desbordada: el 70 % del comercio opera fuera del sistema formal, especialmente en el centro histórico, afectando la recaudación y perpetuando el abandono de los servicios públicos. Inversión pública ineficiente: según la Cámara de Comercio de Arequipa, el 50 % del presupuesto municipal no se ejecuta. Las trabas administrativas impiden obras esenciales, profundizando el subdesarrollo.

Arequipa debería ser un motor económico del sur. Hoy, es una ciudad frenada por su propia inercia institucional.

Infraestructura colapsada

El déficit de infraestructura es evidente y generalizado. El sistema de transporte sigue siendo caótico: el Sistema Integrado de Transporte (SIT) está desarticulado, sin vías expresas ni semaforización moderna. El 45 % de las pistas está en mal estado, según el MTC (2024).

En el ámbito sanitario, el 42 % del agua potable se pierde por fugas en la red, de acuerdo con Sedapar (2023), y más de 25 mil familias no tienen acceso a redes de desagüe, es decir, el 15 % de la población urbana (INEI, 2024). Mientras tanto, espacios públicos como el parque Selva Alegre o el río Chili se encuentran abandonados.

El Latinobarómetro 2024 revela que el 83 % de los arequipeños desconfía de sus autoridades. Esta pérdida de legitimidad es otro obstáculo para cualquier intento serio de desarrollo.

Rumbo a 2026: una oportunidad decisiva

Las elecciones municipales del 2026 ofrecen una última oportunidad para encauzar el futuro de Arequipa. La ciudad necesita, con urgencia: Candidatos con equipos técnicos reales, no caudillos con discursos vacíos; Planes de gobierno financiables y transparentes, con mecanismos de rendición de cuentas; Un Pacto por Arequipa que involucre al sector privado, universidades y sociedad civil para garantizar un desarrollo sostenible.

Si el próximo gobierno municipal no establece alianzas con la academia y el empresariado, Arequipa seguirá perdiendo competitividad frente a regiones como La Libertad o Cusco. Se requiere liderazgo eficiente, capaz de impulsar proyectos integrales y convertir los desafíos en oportunidades.

Además, urge una reforma política local: transparencia en el financiamiento de campañas, metas verificables y sanción a la improvisación.

La ciudadanía tiene una responsabilidad ineludible. La indiferencia tendrá un costo irreversible. Arequipa se encuentra en una encrucijada crítica: solo la participación informada y activa podrá evitar que la ciudad siga retrocediendo.