Con bombos y platillos, el gobernador Rohel Sánchez y todo su séquito se han encargado de celebrar los disque 36 años de vida institucional del Gobierno Regional de Arequipa. Una ocasión que ha servido solo para despilfarrar quién sabe cuanta plata, solo para que Sánchez salga a anunciar, cual ciego negacionista, que Arequipa fue, es y será segura; y pedir que no lo fiscalicen ni le pidan rendición de cuentas. Solo al final de su paupérrima gestión.

Pero esta ocasión también debe servir para reflexionar: ¿necesitamos de verdad un gobierno regional? Seguramente hay voces a favor y en contra. Pero aquí les explico porque no lo necesitamos y qué debería cambiar.

Primero, los gobiernos regionales en general, solo han servido para incrementar la burocracia y el clientelismo; convirtiendo a la entidad en una agencia de trabajo. Y no lo decimos solo por la gestión actual de Rohel Sánchez, sino que es un problema que se arrastra desde que los gobiernos regionales se institucionalizaron como unidades ejecutoras y como órganos de gobierno en el 2002. Se pasó de poco menos de 300 trabajadores a los más de 1500 que actualmente suma solo la planilla de la sede central. Habría que sumarle el resto de gerencias y órganos que dependen de la Región.

Solo para que se considere: más de 1.800 millones de soles del total de 2.869 millones de soles del presupuesto del GORE Arequipa se van en pago de planillas y obligaciones sociales; es decir: sueldos, seguro social, pensiones, etc. Y si le sumamos los millones que se van en consultorías y el pago a personal por Recibo por Honorarios, la planilla sube unos millones más. Quedando solo 780 millones de soles para la ejecución de proyectos de inversión. Menos de un tercio de todo el presupuesto regional de este año.

¿Es justo eso? Claro que no. La burocracia, ineficiencia e ineptitud se tragan el dinero de los arequipeños.

Y la situación empeora cuando notamos que gran parte de la cartera de proyectos de inversión del gobierno regional está plagada de obras minúsculas, que fácilmente podrían ser ejecutadas por municipios distritales o provinciales. Ya es recurrente la presencia del gobernador para inaugurar adoquinado de calles, canales de regadío, estanques o vías carrozables. No decimos que no deban realizarse, sino que no son o no deberían ser de competencia ni prioridad de un gobierno regional. Pues así solo se atomiza el dinero que debería gastarse en obras de envergadura.

Lo que es peor, es que las gestiones regionales no parecen tener ninguna capacidad de planteamiento ni ejecución de obras de envergadura regional. Debería quedar para la historia lo que el mismo Rohel Sánchez dijo sobre la vía de 4 carriles; que por él dejarla así y abandonar su ejecución. ¿Por qué? Porque le daba muchos dolores de cabeza. ¡Qué tal! Ya abandonó Majes Siguas II y hasta el planteamiento del puerto de Corio, entregándolos al gobierno nacional. Tampoco puede culminar lo hospitales de Camaná, Cotahuasi ni Chala; entregados de forma dudosa para informes de saldo de obra que tampoco significan su culminación, sino más burocracia, informes y papeles.

¿Qué se debe hacer? Es claro que el gobierno nacional tampoco es capaz de sacar adelante nada. Y decir que los gobiernos regionales desaparezcan es pedir mucho. Simplemente debería delimitarse mejor el campo de acción de los gobiernos regionales y evitar las transferencias presupuestales que solo atomizan el dinero. También es necesario sincerar la capacidad operativa y de personal de los gobiernos regionales; depurar y empezar con lo justo y necesario. Finalmente, ese dinero destinarlo al pago, no de más, sino de mejores expertos y funcionarios, que aporten de verdad y no sean aduladores de los gobernadores de turno.

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