No es que seamos pesimistas. Es que los años y cada autoridad que nos ha tocado, y las que tenemos ahora, no nos hacen augurar un gran 2025. Por ahí vemos más desastres, más amigos contratados a la mala sin importar si cumplen el perfil, más cuñadas, más partidarios, más flechitas, más caos en el transporte, más sicarios y hasta más robos en las combis y buses.
Pero siempre hay que ver el vaso medio lleno. Por eso es que tenemos, aunque suene contradictorio, expectativa sobre lo que podría venirse para este año.
Seguro es que alguno de los hospitales que construye el gobierno regional se termina este año; o se culmina por fin el puente Arequipa La Joya y nos olvidamos del tráfico en la variante de Uchumayo; o quién sabe, Majes Siguas II por fin se destraba y empieza a construirse, por fin luego de 15 años desde que se adjudicó por primera vez.
Seguro que al alcalde provincial se le ocurre alguna formula mágica para solucionar el caos en el transporte público; o se pone a trabajar para mitigar el riesgo que hay en varias torrenteras; o por fin se pone a parchar los huecos en las principales avenidas de la ciudad; o mejor aún, ejecuta alguna obra para reasfaltarlas; o empieza a construir el puente Umalapca; o consigue sacar adelante la vía que una las partes altas de Cayma con Alto Selva Alegre. Así lo deseamos todos los arequipeños.
Qué bonito sería llegar a fin de año y decir que algo cambio en la ciudad y la región. Porque en los últimos dos años hemos visto más de lo mismo. Porque no solo estamos en Arequipa, sino que de vez en cuando nos damos una vuelta por alguna provincia. Y nada cambia. Sigue el tráfico insalvable, esos huecos que malogran la suspensión en la avenida Juan de la Torre, los adoquines deformados al inicio de la avenida Ejército con Puente Grau; o los forados en las vías Chuquibamba – La Unión y Viraco – Andagua.
Que bonito sería que lleguemos al 2026 con la ejecución presupuestal al 90% en promedio en todos los municipios. Y que ninguno tenga que devolver un sol al tesoro público.
Así podríamos decir que algo mejoró en la ciudad.
Pero volvemos a nuestro pesimismo. En la tierra en que todo va mal, lo que esperamos sería utopía. Y la utopía, sabemos, es solo un sueño, una realidad alterna.