Escribe Federico Rosado
Alianza Nacional de Trabajadores, Agricultores, Universitarios, Reservistas y Obreros,alías “A.N.T.A.U.R.O”, era un partido político porque la Corte Suprema ha ordenado su cancelación por: actividades antidemocráticas, atentados contra expresidentes de la república y prácticas discriminatorias. Aunque aún no es una sentencia definitiva pues quedan las apelaciones, resulta un contrasentido para la democracia.
La teoría política sobre el mejor régimen a decir de Churchill (1947) “La democracia es el peor de todos los sistemas políticos a excepción de todos los demás”, frase que por cierto no dice ni precisa en qué consiste esta forma de gobierno.
Lo mismo se observa en lo mencionado por Lincoln (1863) “La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
El mejor aporte lo plantea Bobbio (2023) “La institucionalidad comprende las reglas de juego de una sociedad democrática”, lo cual supone que la sociedad debe organizarse y participar en partidos políticos; la esencia de este modelo gubernativo son estos últimos.
Además, se agrega otro componente fundamental: la ciudadanía, que propone que a partir de los 17 años una persona está en condiciones de intervenir en política; penosamente en nuestro país ser ciudadano se asume como el que está obligado a ir a votar y se considera de mala suerte ser sorteado como miembro de mesa.
Es verdad que partidos políticos y ciudadanos dan vida a la democracia, generar que esta funcione, sirva; pero los primeros tienen más responsabilidad pues cumplen con requisitos que los convalidan legalmente y deberían ser escuelas de ciudadanía, modelos de participación, espacios de análisis y debate, formación de líderes, dirigentes y futuros gobernantes.
Los partidos políticos vigentes en nuestro país son 25, todos hechos con el mismo molde, troquelados por las mismas mañoserías, vivezas y para decirlo de frente: pendejadas.
Construidos para un caudillo que se rodea de sobones y arribistas, financiado por quienes luego serán los beneficiarios de obras cuando llegue al poder, que engañan a los electores con promesas que nunca cumplen; simplemente fachadas de mediocridad y corrupción.
La Corte Suprema debería anular la inscripción de todas las organizaciones políticas por quebrantar la democracia y en su nombre, ensuciarla.