Escribe: Augusto Santillana / Abogado y analista político
Hasta la victoria siempre, patria o muerte, reza el slogan de varias revoluciones en el mundo y no es la excepción en varios movimientos insurgentes en la Latinoamérica del siglo pasado. Dicha frase es una consigna política usada por grupos de izquierdas pro castristas, atribuida al Che Guevara.
Fue escrita el 1 de abril de 1965 en una carta a Fidel Castro que iniciaba con el texto «Año de la Agricultura» –para indicar el año– y finalizaba con: «Hasta la victoria siempre, Patria o Muerte. Te abraza con todo fervor revolucionario (Che)»
Se siente el apasionamiento, el exacerbado romanticismo de abrazar una causa y luchar hasta morir por ella. No en vano Mario Vargas Llosa, de joven fue un declarado simpatizante de las ideas de izquierda. Y el otro bate de las letras universales, Gabriel García Márquez, hasta su muerte, fue amigo de Castro y casi militante de tal pensamiento político.
Del otro lado ideológico de entonces, la década del ´50, el Partido Demócrata Cristiano (PDC), anteriormente conocido como Democracia Cristiana (DC), partido político peruano socialcristiano. Fue fundado el 17 de enero de 1956 por el preclaro Héctor Cornejo Chávez. Entre sus principales animadores estaban Jorge Bolaños, Jorge Cornejo Polar, Álvaro Belaúnde, Gustavo Quintanilla, Luis Rey de Castro, Róger Cáceres Velásquez y Enrique Chirinos Soto. Huestes juveniles pletóricas de mística, fervor y entusiasmo que recorrieron con sacrificio los caminos temporales que conducían hacia la encarnación de los valores cristianos y democráticos Entonces no se concebía la separación entre política y ética. La palabra ‘corrupción’ no existía en el lenguaje fraterno de los ‘camaradas’ de antaño.
Primaba en otrora, las ideas que se plasmaban en iniciativas y acciones en aras del partido político; los principios y valores que daban la identidad al movimiento, pues de ellos, nacía la ideología del partido. La doctrina es su virtud.
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Hoy vemos como se ha pauperizado la política y cómo en sus actores prima, la ambición del poder basado en el dinero, en el falso status social, en la alienación de los orígenes, el ego individualista. La frialdad y superficialidad a la que hemos llegado se traduce en personajes como el “wayky oscorima”, que como dice se puede comprar los rolex que quiera, se traduce en el “milagro” emprendedor de los Acuña, en la amorfa silueta de la presidenta, que a pesar de los rolex y pulseras, y la rinoplastía, lo de mona, no se le quita. Al adalid de la corrupción, Montesinos y su siamés Fujimori, con las montañas de dinero en video para probar que todos tienen su precio. Al mismo Alan García, que en su juventud fue un revolucionario pan americano, bebido en las canteras de Haya de La Torre; al deterioro ideológico de “La plata llega sola”.Al ahora entarimado Andrés Hurtado “Chibolín” y sus pseudas causas sociales solo con el afán de enriquecerse al parecer con el entrecruce de favores y hedores que embolsa en la mugre a autoridades y personalidades que irán desfilando de a pocos por los tribunales de justicia.
Hoy, también se traduce en la cantidad de movimientos y partidos. Todos sin doctrina propia, sin ideología. Copian y pegan el ideario solo para cumplir con el requisito necesario para lograr su inscripción. Ya no hay ese romanticismo, ese apasionamiento que exaltaba los sentidos en los caros discursos y mítines de las plazas. Un deleite a los oídos y un afriebrado sentimiento colectivo de enarbolar las banderas de la libertad, de la justicia, de la igualdad y del desarrollo.
Estará ahí la respuesta a tanta corrupción en nuestros pseudos políticos, cuál punteros mentirosos van por el botín y no por hacer la revolución del verdadero y sostenido crecimiento. Eso ya no importa. Solo el poder del dinero y del ego. Y el deterioro de la clase política va incesante al precipicio de sus falsedades y torcidas intensiones. Serán solo las nuevas juventudes las que redescubrirán de nuevo ese camino donde vayan juntos “ética y política”!.