Escrito por: Federico Rosado
Catedrático

Qué tan importante es el periodismo en la sociedad. En Arequipa, los medios periodísticos convencionales van camino a su extinción. Y esa no es una revelación, es una acumulación cuya constatación resulta irrelevante. Por eso la “desimportancia”.
Qué va a pasar cuando nos quedemos sin la radio, la televisión y la prensa locales. Es cierto que han aparecido y surgen medios digitales, con su inmediatez, fugacidad, brevedad y superficialidad temática.
La tecnología nos está cambiando sin que ni siquiera nos enteremos cómo somos ahora, nos ocupa sin dejarnos tiempo, prioriza; nos margina, esclaviza; nos ha vuelto dependientes dejando de ser humanos.
Esa tampoco es una revelación, menos una sensación, se ha transformado en una costumbre tácita e inconsciente; en la cotidianeidad sin sentido, opacada de nosotros mismos.
Pero lo que sí es una revelación, en esta época de mi vida, es recibir una llamada telefónica anunciándome que un grupo de periodistas desempleados o debería decir despedidos de un diario nacional, del cual eran un apéndice prescindible, apenas accesorio. “Vamos a sacar un semanario… y queremos saber si usted puede escribir una columna”.
Y me sorprendo, a mi edad periodística, divorciado y vuelto a ser cazado, aun no jubilado, como los militares retirados aunque en mis cuarteles de lluvias. Y, no dejo de entusiasmarme, primero por este puñado de colegas que no perdieron la ingenuidad, esperanza, ilusión, incluso a sabiendas que ello no les dará de comer. Qué bueno. Muy bueno. Es una revelación, mi revelación.
Así que volveré al oficio de escoger un tema, pensar, constatar, provocar, redactar, porque eso es finalmente el periodismo: un acto solitario, con la inteligencia como reto, buscando ángulos en la geometría de la realidad, persiguiendo enfoques en la óptica del razonamiento tolerante, dedicando tiempo para modelar ideas que se entiendan siempre en presente; arar en el desierto y en el mar, una gestación que brega con el egoísmo propio del columnista, porque en estos “sanos juicios” el primer lector es uno mismo y después la que corrige, exige, duda y arregla.
Las revelaciones tienen dos probabilidades: o son condenadas a la caducidad o quedan aprisionadas en el tiempo haciéndose parte de la historia. A usted le toca revelarse y rebelarse.