En medio de una visita diplomática del presidente checo Petr Pavel a Ucrania, la ciudad portuaria de Odesa se convirtió en el escenario de un devastador ataque ruso. Este viernes 21 de marzo, más de 30 drones Shahed de fabricación iraní surcaron el cielo ucraniano, lanzados por fuerzas rusas en una ofensiva que dejó a la ciudad envuelta en llamas. Aunque las defensas antiaéreas ucranianas lograron interceptar la mayoría de los artefactos, varios impactaron en zonas residenciales e infraestructuras críticas, provocando incendios y daños considerables.
El presidente Volodymyr Zelensky no tardó en reaccionar, calificando el ataque como una «provocación cínica» del Kremlin. “Rusia ataca mientras hablamos de paz. Así demuestra su verdadero interés en el diálogo”, afirmó el mandatario ucraniano. Las autoridades locales reportaron múltiples incendios, incluido uno de gran magnitud en un depósito logístico, mientras que el ejército ruso se mantuvo en silencio, dejando que sus medios estatales justificaran la operación como parte de una campaña estratégica contra objetivos militares.
Este ataque no es un hecho aislado, sino parte de una estrategia rusa que combina presión militar con gestos de aparente interés en negociaciones. Analistas como Oleksiy Melnyk señalan que Vladimir Putin busca fortalecer su posición antes de cualquier diálogo formal. “Putin no negocia desde la debilidad. Aumentar la violencia le permite imponer condiciones desde una posición de fuerza”, explicó el experto militar ucraniano.
Los drones Shahed, conocidos como «kamikazes», se han convertido en una herramienta clave para Rusia. Estos dispositivos permiten ataques precisos sin exponer directamente a las tropas rusas, pero también buscan desgastar psicológicamente a la población ucraniana. En esta ocasión, la Fuerza Aérea de Ucrania reportó el lanzamiento de más de 30 drones, de los cuales 23 fueron interceptados. Sin embargo, los que lograron impactar causaron estragos en la infraestructura energética y civil.
La respuesta ucraniana no se limitó a la defensa. Fuentes de inteligencia de Kiev sugieren que se evalúa una operación de represalia contra depósitos logísticos rusos en el este del país. Mientras tanto, los servicios de emergencia trabajaron incansablemente para controlar los incendios en Odesa. “Fue una noche infernal. Nunca había visto tanto fuego en el cielo”, relató Mykola, un vecino del distrito afectado. Aunque no se reportaron víctimas mortales, varias personas resultaron heridas por la explosión de fragmentos.
La comunidad internacional no tardó en condenar el ataque. Estados Unidos, a través del secretario de Estado Antony Blinken, subrayó que “Rusia no puede seguir actuando con impunidad”. Por su parte, el presidente checo Petr Pavel, quien presenció el bombardeo durante su visita, respaldó a Zelensky y denunció la agresión rusa como un intento de sabotear los esfuerzos diplomáticos. Mientras la guerra se acerca a su tercer año, este ataque refuerza la imagen de un conflicto que, lejos de apaciguarse, sigue escalando en violencia y complejidad.