En la madrugada del 18 de marzo, el cielo de Gaza se iluminó con cientos de bombardeos israelíes, marcando el fin de un frágil alto al fuego y el inicio de una nueva escalada de violencia. Según el Ministerio de Sanidad de Gaza, los ataques han dejado al menos 413 muertos y más de 500 heridos. Unas cifras que aumentan mientras los equipos de rescate buscan sobrevivientes bajo los escombros. Israel justifica la ofensiva como una operación para «aniquilar» a Hamás y recuperar a los rehenes aún cautivos.
El ministro de Defensa israelí, Israel Katz, declaró que no detendrán los ataques hasta cumplir sus objetivos. «No dejaremos de luchar hasta que todos los rehenes hayan regresado a sus casas y que todos los objetivos de la guerra se hayan cumplido». Mientras tanto, el ejército ha ordenado a los gazatíes evacuar las zonas fronterizas, en un intento por reducir las bajas civiles. Aunque las cifras sugieren que la mayoría de las víctimas son mujeres y niños.
El fin del alto al fuego llegó tras el fracaso de las negociaciones entre Israel y Hamás. Mientras Israel insistía en prolongar la primera fase del acuerdo sin comprometerse a un cese permanente de hostilidades, Hamás exigía la retirada total de las tropas israelíes de Gaza. La negativa de Hamás a extender el alto al fuego se interpretó por Israel como una oportunidad para intensificar su ofensiva. Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas israelí, afirmó en redes sociales que los ataques son parte de una estrategia planeada durante semanas para «destruir a Hamás y eliminar la amenaza que representa Gaza».
Las víctimas civiles han sido el rostro más crudo de esta nueva escalada. Mohamed Zaqut, responsable del Ministerio de Salud en Gaza, informó que la mayoría de los fallecidos y heridos son mujeres y niños. Un dato que coincide con los informes de la ONU, que señala que el 70% de las víctimas en este conflicto son civiles. Además, ex rehenes liberados han expresado su preocupación por los cautivos que aún permanecen en Gaza. Yarden Bibas, cuya esposa e hijos fueron asesinados en cautiverio, advirtió que la presión militar hace peligrar a los rehenes.
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Hamás ha respondido con duras acusaciones, señalando que Israel busca imponer un «acuerdo de rendición» a través de la fuerza. Sami Abu Zuhri, portavoz del grupo islamista, culpó a Estados Unidos por su apoyo político y militar a Israel. «Washington carga con toda la responsabilidad de las masacres y el asesinato de mujeres y niños en Gaza». Por su parte, el Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU. responsabilizó a Hamás por la violencia. Afirmando que el grupo «podría haber liberado a los rehenes para extender el cese al fuego, pero escogió la negativa y la guerra».
Entre los muertos también se encuentran altos cargos de Hamás, como Essam al Dalis, jefe del Ejecutivo en Gaza, y Ahmed al Hatta, viceministro de Justicia. Estos fallecimientos representan un golpe significativo para la estructura del grupo islamista, pero no han detenido la resistencia. Mientras tanto, la comunidad internacional observa con preocupación el aumento de la violencia, que amenaza con profundizar una crisis humanitaria ya insostenible en Gaza.
El futuro de la región parece más incierto que nunca. Con cada bombardeo, las posibilidades de una solución pacífica se desvanecen, dejando a miles de civiles atrapados en un conflicto que no parece tener fin. La pregunta que queda es: ¿cuánto más deberá sufrir Gaza antes de que el mundo actúe?