El Carnaval de las comunidades campesinas de Huancabamba, Checche, Huaraccopata y Ñahuinpuquio ya tiene un lugar en la historia. El Ministerio de Cultura lo declaró Patrimonio Cultural de la Nación, reconociendo su profundo valor simbólico y su papel en la preservación de las tradiciones andinas. Esta festividad se celebra en los distritos de José María Arguedas y Andahuaylas, en Apurímac. Y es un homenaje a la naturaleza y a las deidades que habitan en montañas, lagunas y animales.

Entre enero y febrero, cuando las primeras cosechas llenan de vida los campos, las comunidades se unen para agradecer a la tierra, las lluvias y las fuentes de agua. El carnaval, que se extiende de domingo a viernes, combina rituales ancestrales con celebraciones llenas de color y música. Cada día tiene su magia: desde la misa que bendice la cruz de lirio hasta el recorrido hacia los cerros tutelares, donde los pobladores piden permiso y bendición a los apus.

La cruz de lirio, una figura de madera adornada con flores y frutas, es el símbolo central de esta festividad. Su traslado hacia los apus no solo representa un acto de fe, sino también una conexión profunda con el territorio y sus espíritus protectores. Este ritual refuerza el sentido de pertenencia de las comunidades y fortalece los lazos familiares y sociales.

El carnaval también es una oportunidad para practicar tradiciones como el watukanakuy. Se trata de un intercambio de visitas entre familias y amigos, y la qutuna, donde se comparten productos locales. Además, se mantienen vivas costumbres como la yunza o cortamonte, la preparación de potajes típicos y la confección de trajes tradicionales. Cada detalle es un hilo que teje la memoria colectiva.

Jamer Chávez, viceministro de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, destacó la importancia de esta declaratoria. “Este reconocimiento no solo valora una festividad, sino que protege una forma de vida que ha resistido el paso del tiempo”, afirmó. La Resolución Viceministerial N.º 000047-2025-VMPCIC/MC asegura que estas tradiciones seguirán vivas para las futuras generaciones.

El Carnaval de Huancabamba, Checche, Huaraccopata y Ñahuinpuquio es más que una celebración: es un acto de resistencia cultural. En un mundo que avanza rápido, estas comunidades demuestran que la identidad se preserva a través del agradecimiento a la tierra, la unión familiar y el respeto por lo sagrado. Ahora, con el sello de Patrimonio Cultural, su legado está más vivo que nunca.