Por: Sarko Medina Hinojosa

El capitán Paredes masticaba un sanguche de papa arrebosada mientras revisaba el WhatsApp por decimoquinta vez. El mensaje seguía allí: «Estoy secuestrada». Dos semanas de ese mensaje, enviado por una adolescente venezolana a su padre.

—Capitán, ya no aguanto más —dijo el señor Ramírez, unos minutos más tarde, cuando el patadón de harinas estaba en su estómago.

Sentado frente al escritorio desordenado descargaba su frustración con el policía. 

—Mi hija cumple dieciocho la próxima semana.

—Lo sé, señor Ramírez. Los mensajes de los secuestradores…

—Me piden diez mil soles ahora. Vendí todo, ¡Todo! ¿Qué puedo darles?

Paredes observó las ojeras profundas del hombre, las manos temblorosas sosteniendo un vaso de agua.

—Nada, como le dije la primera vez, no debió darles nada.

—Mi esposa murió cuando Jhery tenía doce. Solo nos tenemos el uno al otro. Capitán, usted sabe bien que nadie me escuchó la primera vez, recién cuando vine con usted algo están haciendo.

El periodista Castro llegó más tarde, mientras el señor Ramírez esperaba en el pasillo de la comisaría. —Hay que mover esto en redes —dijo— Tengo colegas interesados, pero el padre debe declarar, si hacemos eso puede que se viralice.

En otra oportunidad la estrategia funcionó, los secuestradores se nerviosearon y cometieron errores, pero, estos, no eran cualquiera, eran del Tren de Aragua. 

—No hay de otra, pero yo no sé nada de esto, mis superiores también se mosquearán, espero que me manden personal y recursos por la bulla. 

Las publicaciones comenzaron a circular:

«URGENTE: Adolescente secuestrada por red de trata en Arequipa. La policía no hace nada. #JusticiaParaJhery»

«Mi hija está cautiva en el Dubai Club.”

Los comentarios no tardaron en llegar:

«Pobrecita, hay que compartir para que más gente sepa»

«¿Y qué hacía una menor sola? Los padres tienen la culpa»

«El Tren de Aragua otra vez, ¿cuándo van a cerrar las fronteras?»

«Fuerza, no están solos»

«Seguro se fue por su voluntad, ahora se hace la víctima»

“#Podemosayudarsinjuzgar”

La presión en redes funcionó. El operativo se organizó para una noche de enero, las calles aledañas a la Variante de Uchumayo tan silenciosas como cómplices.

Los disparos, las sirenas, los gritos. Un policía herido en el hombro. Dos miembros del Tren de Aragua abatidos. Tres muchachas rescatadas, entre ellas Jhery.

—¡Papá! —gritó mientras corría hacia él, descalza sobre el asfalto frío.

Más tarde, en la comisaría, temblaba bajo una frazada prestada.

—¿Puedes contarnos sobre las otras chicas? —preguntó Paredes suavemente.

—Éramos diez —susurró—. Nos tenían en un sótano. A Daniela la llevaron hace dos días a Tacna. A Gise la tienen en otro local, no sé dónde. Ana, Patricia, las hermanas González… —Su voz se quebró—. Todas queríamos volver a casa.

—¿Nombres completos?

—Solo sé sus nombres de pila. Nos prohibían hablar de nuestras vidas. Pero escuché… escuché que hay más clubes, más chicas.

Paredes anotó los nombres en su libreta gastada. Siete espacios en blanco. 

—Capitán —dijo la rescatada antes de irse con su padre—, no se olvide de ellas, a nosotras no nos tocaron aún, nos iban a ofertar a buen precio por ser chicas, pero a ellas seguro ya las están violando.

En su escritorio, un tamal frío lo miraría si tuviera ojos. La promesa de seguir con el caso de sus superiores, se diluiría con los días, una victoria paupérrima era suficiente para elevar egos, olvidando las promesas, olvidadas como tantas chicas desaparecidas en esta ciudad de piedra volcánica y silencios cómplices.

—Aló, Castro, escucha, este tema está caliente, necesito que saques la noticia de las que faltan. —Mientras habla por el celular, Paredes le da una mordida al tamal, porque sin fuerzas no sirve para nadie— Te daré un par de datos y nombres…