Hasta hace unos años, el proselitismo político en épocas electorales se daba principalmente en las plazas públicas, entre familias, amigos y compañeros de trabajo. En televisión y radio los candidatos pasaban horas explicando y debatiendo sus propuestas de plan de gobierno. Al día siguiente los periódicos se llenaban con editoriales, columnas de opinión y artículos de análisis. Los medios de comunicación eran el puente entre candidatos y ciudadanos. Pero eso cambió.

La masificación de las redes sociales ha significado cambios sociales y culturales en la forma como se diseñan las campañas electorales y ha trasladado una importante fuerza de la discusión al escenario digital. Es tal la magnitud del poder de la opinión en las redes que muchos la han visto como un campo de batalla en el que todo vale: mentir, insultar, hacer el ridículo, dramatizar. Todo, con tal de ganar la atención digital. 

Las personas prefieren el uso de las redes sociales porque se tiene la percepción de que son más participativas. Reaccionar con un emoticón o involucrarse en discusiones en recuadros de comentarios generan la ilusión de que las personas pueden afectar el destino colectivo y que sus opiniones son importantes. Algo que no sucedía en un medio de comunicación tradicional. Hay un ejercicio muy interesante de participación, pero no de confrontación de ideas. No hay un diálogo genuino, la posibilidad de construir algo en conjunto. 

Revisar redes sociales se ha convertido en una actividad del día a día y la audiencia digital sigue creciendo, llegando a 86.6% de usuarios de internet en Latinoamérica. El más reciente estudio de Comscore revela que Perú tiene 21.3 millones de usuarios de internet, y que hay mucho interés en las redes sociales. El tiempo destinado a redes sociales es de 6.1 minutos por visita, la cifra más alta en la región. Le siguen Colombia y México.

¿Cómo interactúa la audiencia en el Perú? En nuestro país, tenemos todavía a Facebook como la red social favorita para interactuar, mientras que en otros países Instagram lidera el ranking. En el Perú, luego de Facebook (39.1%) está Instagram con 38.5%, y después está TikTok con 9.20%. En los países de América Latina, los mercados tienen una audiencia principalmente móvil o que accede a través de múltiples plataformas. A nivel local, el 43% se conecta desde el móvil, mientras que el 16% desde PC y el 41% es multiplataforma.

Ya hemos visto a muchos proyectos políticos en nuestra región que vienen haciendo campaña política adelantada en redes sociales; no son aún candidatos, ni pre candidatos, pero ya cuentan con el V°B° del dueño del partido político o del movimiento regional y eso es lo único que vale. Personajes que seguro postularán a cargos públicos, ejemplo en Socabaya, que lidera la ridiculez y el mal gusto. Otros, en Paucarpata, Cayma, ASA. Confirman que las redes banalizan la política, ya no hay discurso, ya no hay debate de ideas. Se gana el favor y simpatía de la población a través del actuar farandulesco, caricaturesco, de hacer el ridículo, la “payasada”. 

Es evidente que al distorsionarse la realidad con esta forma de comunicación, se debilita toda una ciencia social: “La política.” Desde Platón, Aristóteles, los oradores de talla pasaron a la historia las virtudes para la tribuna, hasta Cicerón y Demóstenes, pasando por Martín Luther King, Kennedy, Churchill, Obama. Pero los de hoy, que llegan al poder, son los cultores de la “cantinflada” y los “felpudines”. 

El problema es que, estos personajes “cómicos”, son los que deciden las inversiones, deciden la ejecución del gasto público. De ellos depende el crecimiento y desarrollo de nuestras sociedades, distribuidos en distritos, provincias, regiones y todo el país. Ya vemos los resultados que tenemos: ignorancia en la gestión pública, incapacidad evidente, cero resultados. Todo lo contrario, se incrementa la corrupción y el retraso. Exijamos a los que pretenden dirigir los destinos de nuestros pueblos, integridad, conocimiento, capacidad y honestidad. Y claro, buen uso de las redes y profundidad en el mensaje. 

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