Escribe Federico Rosado
Las décadas de 1980 y 1990 se caracterizan por el crecimiento de medios masivos en la ciudad blanca. En especial de emisoras radiofónicas, destacando el poderío de la amplitud modulada (AM) en la que proliferaron los noticiarios; la frecuencia modulada (FM) estaba destinada para la música.
Los diarios tenían como impedimento para crecer el costo de la impresión. Aún así su poder era importante, en gran parte por su presencia en los puestos de venta en los que varios ciudadanos se acumulaban tratando de leer las noticias.
La televisión local se reducía a un par de canales y también concentraba supremacía por su condición audiovisual.
La internet aún se mantenía precaria para el periodismo, aún las redes sociales no habían inundado la vida de las personas.
Una cuestión muy importante es la preferencia local sobre la nacional. Si bien los medios capitalinos ocupaban un espacio lo arequipeño predominaba. Existía predilección de los pobladores por la información y los comentarios de la “prensa” mistiana.
Esa misma veintena de años fue nutrida por la formación universitaria de periodistas, especialmente de la Universidad Católica Santa María. Lo cual generó un enfrentamiento entre los denominados “periodistas prácticos” y los “universitarios”; para la población está disputa pasó inadvertida, pero en esta etapa vencieron los primeros.
Se puede decir que todo estaba bien hasta que el centralismo comenzó una sombra cuyas víctimas iniciales y directas fueron las radios; luego la televisión y finalmente los diarios.
Todos sabemos que los medios masivos tradicionales viven de los anunciantes. En las décadas mencionadas se podía ver y escuchar publicidad de bancos, líneas de aviación, etc. A mediados de los 1990 esto se acabó y sin gasolina no camina el carro.
Como en el efecto dominó las radios arequipeñas fueron absorbidas por las limeñas, emisoras tan queridas y seguidas por los oyentes desaparecieron en el éter… (continuará)