Por Carmen Rivera Mendoza / Catedrática Universitaria
“Somos agujeros dentados, / o tal vez solo lumínicos letreros neón/ que anuncian el deseo/ como si fuese una bocanada de agua a la mañana, / pero algo hacia dentro se nos rompe/ y la luz módica se apaga de a poco. / Descender, entonces, / es el camino más lento” (Rojas, 2022).
Andrea nace en Ecuador en 1993, en un pueblo agrícola pequeño cerca de la frontera de Perú, en la que la mayoría de la población no podía acceder a la educación. Marcada por la violencia vive una niñez con muchas limitaciones. Tal vez por ello en sus primeros poemas encontramos un yo lírico con deseos de reescribir una historia, un verso que se construye con la ansiedad de reinventarse y al auxilio se encuentra la palabra:
+de cuando éramos muros
y un par de niños cubrían el infinito con sus manos
Deconstruir el cuerpo es:
A.- hacer en la piel una mancha/
A.a.- hacer en la piel una mancha púrpura/
A.a.2 .- hacer en la piel una mancha púrpura diminuta/
Deconstruir el poema. (Rojas, 2021)
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En su poesía se presentan constantes itinerantes, las metáforas son un medio y no un fin, con una consigna, la intranquilidad de lo pasivo. No es permanente, es errante solo se satisfacen en la creación de un mundo compartido, que ruega entendimiento, ansias de negar la privación, la ausencia del padre y asegurar la permanencia de la madre “a los que usan un cartón como armadura/ a los que buscan empleo, / a los que no tienen para pagar la renta, / a los que van a pie/ conectando sus pies con los hilos del abismo” (Rojas, 2019).
Desde niña, Andrea Rojas Vásquez entendió el poder simbólico de la escritura, en sus primeras lecturas edifica un mundo de posibilidades, un espejo de sí misma la conexión ubicua de sus versos con la realidad, esas puertas cerradas, que se fuerzan para abrirse en sus creaciones, la necesidad de vida, la interrogante del sentir, la raíz de la tristeza, el conflicto de la niñez a la adolescencia, el fracaso y la falta de razones, la convivencia intranquila, lo incesante de la vida. Ocasos y amaneceres, sueño y realidad “El ruido/ se cierne azul eléctrico. El ruido imita la/ arquitectura del viento. Yo no bebo el cáliz de lo/ absurdo. Yo no bebo absenta. Bebo agua de/ cedrón. Yo vivo el luto del tiempo” (Rojas, 2022).