Por Augusto Santillana. Abogado y analista político
Bajo el pretexto que se les cobra mucho por el paso de los barcos estadounidenses por el canal transoceánico de Panamá el electo presidente norteamericano Donald Trump, ha amenazado abiertamente con retomar el control de dicho paso. Como se recordará hace veinticinco años, a través de lo establecido por el tratado Torrijos-Carter, el país centroamericano recuperó la soberanía del Canal de Panamá, que estuvo en las manos de Estados Unidos hasta 1999 .
Primero fue un mensaje en su red social, Truth, en el que Trump reabrió el debate, sobre la gestión del Canal, un asunto que no estaba sobre la mesa. Al día siguiente, ante 20 mil de sus simpatizantes, en la conferencia de una organización ultraderechista de proselitismo político juvenil en Phoenix (Arizona), elevó el tono al exigir que el país centroamericano reduzca las tarifas por cruzar el paso a los barcos estadounidenses o que devuelva su gestión a Estados Unidos. “Esta estafa total a nuestro país cesará de inmediato”, prometió, sumando así otro asunto pendiente para los primeros días tras su regreso a la Casa Blanca el 20 de enero, jornada de su toma de posesión.
En esa perspectiva, las amenazas de Trump se enmarcan, para la profesora de Historia Latinoaméricana de la Universidad de Maryland Julie Greene, “en un patrón de larga data en el que Estados Unidos trata a América Latina como territorio para ser explotado, cuyos recursos se expolian, en lugar de un conjunto de naciones a las que se respeta”. Además, continúa Greene, “encaja con el gansterismo fundamental de Trump de tratar de apoderarse de activos donde y cuando pueda. La falta de respeto que está mostrando hacia la República de Panamá es impactante. No conozco un precedente preciso de esto. Sí los hay de demandas de Estados Unidos a Panamá, antes y después de que se aprobara el tratado Carter-Torrijos. No hay que olvidar que invadió Panamá en 1989 para derrocar a Manuel Noriega”.
Tal amenaza además de la inmediata respuesta del presidente panameño Raúl Mulino, ha servido para cerrar filas por toda Latinoamérica. Presidentes como el de Colombia, Gustavo Petro, ha señalado en poner el acento en el desarrollo y la autonomía de la región, rechazando precisamente la explotación antiimperialista. “Si el nuevo Gobierno de Estados Unidos quiere hablar de negocios, hablaremos de negocios, de tú a tú y en beneficio de nuestros pueblos, pero jamás se negociará la dignidad. El presidente Trump se ha equivocado y contradicho. Si no quiere miríadas [de migrantes] pasando el Darién, incrementadas por millones desde Panamá hasta México, debe entender que dependerá de la prosperidad y libertad de nuestros pueblos. Si le parece costoso pagar por pasar el Canal de Panamá en manos de los panameños, mucho más costoso será hundir a Panamá, Sudamérica, Centroamérica o México en la pobreza”, escribió en un largo mensaje en X, antes de cerrar: “Si no nos quieren en Estados Unidos, hay que volver prósperas todas las Américas”.
Todo ello, nos lleva a recordar esa frase que parecía ya olvidada que para el gigante norteamericano somos el “patrio trasero”, que solo voltea su mirada cuando ve amenazada su hegemonía, para hacerse sentir como parece ser que son los dueños del mundo. No es acaso cierto que mientras Trump pregona un sentimiento nacionalista de “Hagamos grande de nuevo a EE.UU”; China se abre al mundo y en el caso de Latinoamérica con el puerto de Chancay, le viene ganando por puesta de mano al país gringo que quiere recuperar el equilibrio marítimo con la aparente cercana decisión de construir el anhelado puerto de Corío en Arequipa como en antaño hizo con la construcción del Canal de Panamá. Esperemos que nuestros actuales gobernantes tengan claro que nuestra soberanía no está en vitrina y cualquier negociación debe dejar bien en claro que no seremos un satélite expuesto al gusto de estos dos líderes mundiales. Adicional a ello, tener presente que no podemos quedarnos con ser una economía eminentemente extractiva y primaria. Debemos impulsar una producción diversificada y fortalecer nuestras instituciones y nuestro sistema jurídico para que cualquier amenaza foránea no nos agarre divididos como ya lo fue una vez con la infausta Guerra del Pacífico.