Escribe: Carmen Rivera, Catedrática Universitaria
“Extiende sus greñas/ a las abejas instalando minuteros, / a las raíces latentes/ sólo a ella hablándole al oído/ y que las reconoce/ como salidas de una misma vulva omnímoda/ otorgándoles clemencia para seguir almacenando/ jugos, sabiduría y sortilegios” (Santos-Febres, 1991).
El cuerpo y el goce suma inspiradora para la composición poética, complemento perfecto para darle forma a una concepción femenina que se desliga de lo terreno y toca las entrañas celestiales del sentir, “Qué mucho hay que hacer/ para llegar a ti;/ incontables noches devotas/ mirando ardientes botones/ de noche prensada/ midiendo el arrastre/ de criaturas celestes” (Santos-Febres, 1991). Todo es permitido, no se destruye, se transforma en un volcánico trance de metáforas y adjetivaciones que tienen un solo objetivo “sentir”, intentos fallidos de definir con palabras el placer, esa carga misma de sensualidad encarnada que fortifica.
No es casualidad, es intencional, hay alevosía, la feminidad es una ventaja, solo a través del tamiz de nuestro sexo acogemos, al férreo balance de nuestra vista, creamos, en el acto mismo terreno nos apoderamos de lo que se prohíbe, oculta y desaparece, para registrar con versos eso que muchas veces fue negado imposible no identificarse, está en roce de la piel, estremece, tiembla, invade el cuerpo, se apodera de raíz a punta, se le otorga nombre, se llama poesía, es el alma ajustada al cuerpo “La poesía es eso. Es el primer acercamiento a trabajar la palabra como palabra, ya no como vaso comunicante, sino también como una forma en sí… Para mí eso es la palabra poética, la matriz de lo literario” (Peña, 2022, p.10).
También puedes leer: Echar un vuelo: Wendy Guerra, un yo violáceo y extraño
“Yo sobre un hombre húmedo/ recordando de repente otros sudores, / la madera aromática en tus brazos fuertes/ enseñándome la arista del grito fijo;/ tus brazos barriendo/ la nube oficial de ojo ocupado. / todos tus olores/ en comparsa ante la sangre” (Santos-Febres, 1990). El yo poético en Mayra se construye frontal y crudo, sin aspavientos ni disimulos, es momento de mostrarse, componerse de piel, arroparse del sentir sin restricciones y vestirse de orgasmos interminables, carnales eternos.
Lo erótico, se presenta natural y cotidiano se acopla al latido, a la respiración, ya no solo es pensamiento, se contrasta con la realidad, se conecta inherente al minuto de nuestras vidas se disfruta y se ofrece sin abreviaciones ni reparos “a las agujas explosivas/ a los oídos que dinamitaremos/ con los dedos en la sangre de la otra. / Dame tu lengua y tu pubis tus zonas más tuyas” (Santos-Febres, 1990).