Por José Luis Ramos Salinas. Analista político
Se fueron el sultán de Brunei, Xi Jimping, Joe Biden y las demás delegaciones que llegaron por el APEC cual comendadores, pero aquí se quedaron los congresistas y su presidenta. En el imaginario colectivo “la bestia” no hizo olvidar al “cofre”; y en la cruda realidad los asesinatos por encargo no se detuvieron ni por el evento mundial ni por el gigantesco despliegue militar, incluyendo centenares de comandos norteamericanos que ya sabemos no vinieron para dar seguridad a nadie que no fuese de su país. Las protestas se dieron pese a las amenazas grotescas del gobierno, cuyo portavoz llegó a gritar, literalmente hablando, que quienes protesten serían considerados traidores a la patria; como si quienes ilegítimamente ocupan el Ejecutivo y el Legislativo pudieran ser considerados representantes de la patria en lugar de sus cínicos enemigos. Como prueba, baste la cara que el Premier pone cada que le hacen una pregunta que no le gusta.
La torpeza del gobierno logró hacerse un espacio en el escenario mundial, y en un cónclave internacional que proclama la importancia de la educación, suspendió clases en colegios y universidades. Para que no hagan tráfico dijo un ministro, pero otro dijo que fue una exigencia de los países visitantes cuyas agencias de seguridad temen que en las movilidades escolares hubieran misiles termonucleares escondidos entre las loncheras. Pero fue el ministro de Educación, el mismo que llama prácticas culturales a los abusos sexuales contra menores, el que zanjó el asunto con una frase tan contundente como clara: “los escolares no harán clases virtuales, sino remotas”.
El resto fue un largo etcétera de lo mismo del que haremos un breve resumen: la presidenta hablando de la importancia de la participación ciudadana para el fortalecimiento de la democracia, cuando el mundo entero sabe de lo autoritario de su régimen y de su desprecio por la ciudadanía; el presidente de la Corte Suprema firmando un acuerdo con el Sultán de Brunei para un intercambio enriquecedor de experiencias, suponemos, de violación de los derechos humanos; la ministra de la mujer, la misma que respaldó al de educación en el tema de las violaciones culturales, salió a decir que este foro de APEC solucionaría los problemas que afectan a las mujeres de los 21 países que la integran; lo que debió merecer un dosaje etílico de inmediato o su separación por incapacidad permanente; los ministros del Interior y el de Defensa explicaron a la prensa el maravilloso operativo de seguridad que montaron con tecnología de punta que desactivó docenas de drones sospechosos, mientras las noticias de personas asesinadas a tiros fueron la constante durante la APEC.
Mención aparte merece el homenaje al presidente comunista de Vietnam que le hizo López Aliaga, el mismo que gritaba: muerte a los comunistas; y las reverencias, que recordaban a los eunucos de las épocas imperiales, que le hicieron las mandamases peruanos al “dictador, violador de derechos humanos, aliado de Putin y de Maduro, peligro para la paz mundial y líder del eje del mal”, Xi Jimping. Y todo para que amplíe un punto intrascendente en el TLC que mantenemos con el gigante asiático.
La pompa que se le dio al encuentro chino-peruano para querer hacer pasar a la señora ron ron como una estadista de talla mundial, quedó en ridículo cuando el jefe del Partido Comunista Chino viajó, días después, a Brasil para discutir temas de verdad trascendentes en el marco del G20. Lula se hizo de rogar y al final no cedió a las pretensiones para incorporarse oficialmente a la Ruta de la Seda. Pero la fresa del pastel fue que se anunciara que entre los temas que iban a discutir el presidente de China y el de Brasil estaba el puerto de Chancay, y eso sin la presencia de ningún representante del gobierno peruano, con lo que queda en evidencia que el Perú no tiene un megapuerto, con lo que tanta propaganda hizo el gobierno, sino que China tiene uno en territorio peruano. Con razón ahora los representantes de Pekín dicen que Ositran no tiene jurisdicción sobre Chancay, lo que nos recuerda el enclave de la IPC de los 70; por lo que no sería raro que en lugar de zona franca, lo que surja en Chancay sea una zona liberada con bandera roja ondeando, incluida.