Sentados en una mesa del primer piso de la cevichería de José Mamani Zamata, ‘El Pepe’, la entrevista para el presente reportaje es más un ejercicio de interrupciones. Uno tras otro desfilan los comensales. Si no lo reconocen a la primera, miran curiosamente o preguntan a la moza: «¿Está Pepe?». José me pide una pausa y se acerca a saludar.
José no ha perdido el aplomo. La humildad con que recibe a sus clientes es la misma que transmite siempre en sus videos en redes sociales. Él es de barrio y en el barrio siempre enseñan a saludar. El anfitrión no es una figura lejana ni cegada por la fama. Es consciente que al hacerse tangible para los seguidores que lo visitan en su cevichería también garantiza que siempre tenga lleno total. Incluso un jueves, día en que lo visitamos. Como dato curioso a 100 metros en la avenida Lambramani, donde se ubica su local, otra cevichería luce totalmente vacía.

Raíces
La conversación con el Pepe huele a barrio en toda su esencia. Esa tal vez haya sido la clave de su éxito. «Yo soy de barrio. Yo nunca he ocultado eso. Yo soy así, tal cual me ves en mis videos: Me gusta mis chelas. Me gusta mi chicha. Si tengo que tomar con Chacawalter lo voy a hacer». José asegura que en su contenido no hay poses. «Si algo sucede y me nace reaccionar, lo aprovecho», dice. Con los años, aprendió a sacarle el jugo a su personalidad y a sus raíces.
Tuvo el sueño de ser futbolista profesional. Bueno, en realidad era el sueño de su padre. «Yo tenía condiciones. Siempre que jugaba campeonatos tenía la costumbre de llegar a las finales», añade. Sin embargo, entre risas cuenta que le temblaban las piernas cuando, precisamente, en esas finales, su papá lo iba a ver. «Me ponía nervioso», confiesa. El hecho de que el sueño no se cumpliera es circunstancial: Pepe ingresó a la universidad (UNSA), a comunicaciones, y jugar fútbol profesional no era, necesariamente, una prioridad.
Como anécdota nos cuenta que su padre, que era constructor civil, lo llevó a trabajar dos meses en su rubro. Esa breve experiencia en la construcción fue tan dura que lo hizo decidirse definitivamente por los estudios: «No, esto no es para mí. Voy a estudiar, papá», nos cuenta que le dijo.
Pepe no siempre fue influencer. Quien escribe la presente nota lo recuerda hace 15 años como conductor de noticiero en radio El Pueblo y Canal 39, como reportero para distintos medios, como comunicador para entidades del Estado, y sobre todo, como uno de los pilares en Frase Corta. «Siempre lo cuento, si Jasson (Ticona) —el director y dueño de Frase Corta—no me hubiera votado El Pepe no existiría».

‘Mi mercado natural’
La construcción de su marca, asegura, fue producto de la constancia. Pero no solo eso, también tiene que ver con aprovechar su profesión de comunicador. Ello fue el andamio de su trabajo como ‘influencer’. Y ahora después de años también le saca el ‘jugo’ en su cevichería.
Su contenido floreció en el ecosistema de la cultura popular: las pichangas barriales, las fiestas chicha, sus viajes a lugares turísticos. «Es mi mercado natural», asegura. El Pepe ha mostrado el ‘barrio’ como ningún otro ‘influencer’ antes que él en la ciudad. Pero más allá que visibilizar, su pasión siempre ha sido contar las historias que lo rodean, con la naturalidad de quien creció siendo parte de ellas.

Inclusive, José confiesa que su talento para crear contenido de desinhibe con unas ‘chelas’. «La idea de subir al volcán Misti con el uniforme de mi colegio (Independencia Americana) salió tomando unas cervezas», asegura.
Pepe también es crítico en la forma en la que algunos creadores o periodistas generan su contenido. «A mi no me gusta cuando la gente transmite en vivo, fulbito, por ejemplo. Lo único que hacen es que se vuelven flojos», suelta. José explica que su proceso de producción puede tardarle hasta un día de edición. Le gusta priorizar la calidad. «Creo que eso me ha servido para crecer un montón», añade.

El sueño
¿Hace cuánto que no buscas trabajo?—Le preguntamos—
José sonríe. Nos felicita por la pregunta. Han pasado 8 años desde la última vez que buscó empleo. «No sé si ahora en estas circunstancias podría trabajar en una oficina». Su éxito no lo mide en lo que factura, sino en la posibilidad de disfrutar la vida en su propios términos: poder ver un partido de fútbol con su padre, compartir una tarde de novelas con su madre o simplemente tomarse una cerveza cuando le da la gana. Disponer con libertad de su tiempo.
«¿Cuál es el sueño, el siguiente paso?», lo cuestionamos. Pepe siente que ha perdido parte de su impulso. «Tal vez sea por los años», ensaya. Le gustaría viajar más, pero al exterior. «Así como estuve en los barrios más picantes de Lima y el Callao, me gustaría estar en Brasil, en las favelas, o en Colombia donde también hay ‘fulbito’ callejero», explica.
Sin embargo, por ahora está enfocado en su cevichería. «Aunque no lo creas hay que estar todos los días», nos dice.
Erupción volcánica se llama su plato bandera. Un rocoto lleno de crema picante que debe verterse en el ceviche. Ese ritual se ha hecho viral.
Y antes de terminar nuestra conversación es interrumpido por otro saludo. Esta vez son las jugadoras del equipo femenino del FBC Melgar, que como muchas otras celebridades locales, van a su cevichería a conocerlo, a conversar con él.
Es así que la erupción volcánica se convierte en la excusa perfecta para añadir a la historia de Pepe otro video viral.

Gratitud
A José no le podemos preguntar sobre si quiere formar una familia. Antes le habíamos pedido que nos diga qué es lo que lo mantuvo con los pies en la tierra todos estos años. Nos soltó un nombre: Verónica.
Verónica es quien lo apoyó los últimos 8 años. Es quien creó su marca. "Ella hizo todos los diseños". Aprendió de ella la humildad, fue su cable a tierra. "Era mi crítica más grande. Cuando estaba algo subido me ayudaba a pisar tierra". También le corregía aspectos específicos de su contenido.
Tenemos la sensación de que durante la entrevista buscó disimular sus emociones. 'Yo la jodí', reveló y al mismo tiempo nos explicó que se trata de su ex pareja, de quien hace dos meses se separó, y a quien le guarda mucha gratitud. "¿Hay intención de volver?" le cuestionamos. "No creo que se de", sentencia y nos deja en el aire la reflexión de alguien que también es consciente de sus errores. "Pero le tengo una gratitud enorme", nos dice antes de cambiar de tema.




