Meditaciones arequipeñas: Tarea pendiente

Por Jorge Luis Quispe Huamaní

El congreso de la lengua ha concluido y el que esto escribe tuvo ocasión de asistir a tres mesas de diálogo cargadas de anhelos, promesas, juramentos, profecías y homenajes. Estas son las postales que puedo resaltar. 

¿Cuál es la diferencia entre informar y comunicar? Para el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, el primero supone una voluntad de dar testimonio de una verdad, en tanto para el segundo hay un riesgo, una vulnerabilidad y una facilidad para convertirse en un bulo, una noticia falsa, una fake new. A su turno, Aurelio Arévalo Miró – Quesada, director de El Comercio, indicó que, de acuerdo al Instituto Reuters, el Perú es el país con el mayor índice de noticias falsas que se proliferan en redes sociales. Lo que es un síntoma inequívoco de que la maquinaria de poder ha encontrado en la crisis un espacio donde confundir exponencialmente a la ciudadanía al punto de arrojarlos a optar por discursos extremos.

Siguiendo a García Montero, resulta inaplazable la defensa de los periodistas en quienes sigue viva la consigna de la tradición de la responsabilidad informativa. Para Arévalo el gremio ha exhibido una peligrosa permisibilidad al permitir sin miramientos que cualquier cristiano que se ponga al frente de una cámara o que publique cualquier cosa en un blog sin ninguna garantía de nada se reclame también “periodista”. “Un periodista es un profesional de la información”, remarcó, rechazando a los usurpadores de las redes.

La lectura pesimista de Jordi Gracia, para quien el fenómeno de las noticias falseadas es una inconfundible estrategia, una campaña militante y deliberada de las grandes tecnologías y el poder para minar las condiciones estructurales de las democracias, tuvo en García Montero a su entusiasta oponente, quién afirmó que aún en las adversidades surgen fuertes voluntades que corrijan el andar. Así inició el X Congreso Internacional de la Lengua.

Desde Argentina, Ricardo Kirschbaum, histórico editor del diario El Clarin, alertó que en nuestros días ahora un editor se ha visto obligado a decidir entre la calidad de la escritura (por tanto la calidad de la información, lo que bien se piensa, bien se dice) y una audiencia que ya no exige calidad sino cantidad. De manera que la calidad, la estética y el cuidado de la escritura han sido reemplazados por la urgencia de lo que sea, lo inane e insustancial. Aunque si me permiten una opinión, yo no creo que un texto bien escrito ya no sea un atractivo sino que se ha vuelto profunda y gozosamente más necesario.

Por su parte el joven e impuntual editor del proyecto colombiano “La silla vacía”, de Colombia, Daniel Pacheco, recordó que un texto con más de 70 palabras no es otra cosa que una emboscada, riendo puedo advertir que carga algo de razón. Dice que el internet ofrece un espacio para lo que llama insurgencia del lenguaje. Entiendo que se refiere a los coloquialismos y la oralidad, sin embargo, no termina de convencer. (Lo que bien se piensa, bien se dice, ya saben). Aunque secundo a Pacheco cuando dice que la monetización virtual implica un alto volumen de contenido, no digo información, sino solo contenido bruto, desregulado y amorfo, pero ahí está. Un reto de sostenibilidad para el cual no hay solución inmediata a la vista. Kirschbaum  alega que en tiempos de confusión y desinformación, la cruel consigna de nuestros días, la audiencia acude a los medios tradicionales para confirmar la información real, ya que ante la ola digital, el buen periodismo debe ofrecer un producto de calidad que los lectores no encuentren en otro sitio. Así concluye la mesa “El idioma español en unos medios digitales de alcance global”. 

Un evento que suscitó la mayor cantidad de asistentes fuera de las actividades que se desarrollaron en el Teatro Municipal fue la presentación del “Diccionario Mario Vargas Llosa habitó las palabras” editado y publicado por el Instituto Cervantes. Para un trabajo de esta naturaleza, un centenar de autores definió o redefinió una palabra relativa al legado del nobel arequipeño con las que se construyó un homenaje, una celebración, un tributo en forma de diccionario levantado de forma colectiva por todos a quienes el universo Vargas Llosa influyó de manera decisiva.

Carlos Granés apuntó que el autor de “La ciudad y los perros”, logró una genuina proeza en el conjunto de su obra. Los lectores podemos saber la definición de palabras como “poder” y “dictadura”. Sin embargo, gracias a Vargas Llosa sabemos que es algo mucho más rico y complejo que eso. La hazaña fue darles nuevos significados a las palabras enriqueciendo nuestras categorías para analizarlas. Nos dio herramientas para pensar la realidad con mayor complejidad. Juan Gabriel Vásquez, remarcó que uno de los principales atributos del nobel mistiano fue su inmensa e inagotable curiosidad por todos los fenómenos del mundo. Y ello se tradujo en ese inventario de emociones que les generó en sus autores. Su editora Pilar Reyes cerró celebrando que en Vargas Llosa conjugaron el lector, el intelectual y el escritor como en ningún otro.