Por: Sergio E. Mostajo C. Periodista
Las campañas políticas para ganar un cargo de elección popular son una carrera de largo aliento, muchos de los aspirantes se presentan varias veces antes de lograrlo. En ese lapso deben ser respaldados por un partido o movimiento regional, inscribirse, elaborar un plan de gobierno, aglutinar y liderar un equipo, trazar la campaña, obtener fondos para financiarla, viajar muchísimo por la región, provincia o distrito, visitar medios de comunicación, armar concentraciones masivas, asistir a debates, descuidar a la familia; es decir, pasar por todo un vía crucis. Por ello, no alcanzo a entender porque RENUNCIAN a todo ese esfuerzo, a todo ese despliegue de energías, tiempo y dinero, solo para embarcarse en otro proyecto político.
Ayer, según el cronograma electoral de las elecciones generales 2026, se cumplió el plazo para RENUNCIAR a las gobernaciones, alcaldías y otros cargos. En este caso, me interesa evidenciar la contradicción en que incurren los gobernadores y alcaldes, al cierre de edición de Revelación, no sé cuántos hayan renunciado aparte de López Aliaga y César Acuña. Ambos con pretensiones de llegar a la presidencia de la república, pero seguro que hay más renunciantes.
Aquí traigo a colación el titular del comentario es ¿renuncia o abandono? Desde mi punto de vista es lo segundo. Es dejar abandonado un cargo por el que han luchado tanto. Y no solo eso, es traicionar la buena fe y la voluntad de quienes los llevaron a él, confiando en que cumpliría las promesas hechas.
Se van a mitad de gestión, con proyectos a medio hacer, con muchas promesas incumplidas, dejando el barco a la deriva, presupuestos sin ejecutar o planes inconclusos. Claro, habrá quienes digan: “el comando nunca muere” y la ley prevé esa figura electoral, sin embargo, no es lo mismo “Juana, que Chana”. Nunca será igual. Extraordinariamente puede ser mejor, pero no es la regla.
Creo que eso debe cambiar. Quienes ganan un cargo de elección popular deben estar hasta el último día, en este caso 4 años de gestión. Trabajar mucho para honrar sus promesas, terminarla de la mejor manera y al final mirar a los ojos a quienes votaron por ellos para decirles: “MISIÓN CUMPLIDA, gracias por haber confiado en mí”.
Solo después de eso un gobernador o un alcalde deberían estar facultados para dar el salto a un cargo de responsabilidad mayor. Mostrando al electorado los pergaminos de una buena gestión y exhibiendo logros que justifiquen sus legítimas aspiraciones.
Hacerlo así iniciaría un círculo virtuoso muy valioso en las actuales circunstancias. Erradicaríamos el aventurerismo político, les cerraríamos el paso a los saltimbanquis y tránsfugas, desecharíamos a los falsos profetas, a quienes creen ser los mesías. Y finalmente fortaleceríamos el sistema democrático, tan venido a menos.