El próximo 11 de octubre, un grupo de jóvenes arequipeños organizará una cena en penumbras. No se trata de un capricho ni de un experimento gastronómico, sino de un ejercicio de empatía: una “cena a ciegas” para que los asistentes comprendan, al menos por unas horas, cómo se vive sin ver. La actividad busca, además, recaudar fondos para la compra de bastones que serán entregados a personas invidentes de la ciudad. La propuesta la impulsa el Club Rotaract Fernando Carvajal y se suma a una lista de iniciativas que tienen como denominador común la voluntad de transformar la realidad a través de acciones directas.
El club, que funciona como rama juvenil del Rotary, carga con una larga historia. Su origen se remonta a hace 52 años, lo que lo convierte en el más antiguo del Perú. Fue fundado bajo el amparo de figuras notables como Pedro P. Díaz y José Luis Bustamante y Rivero, y debe su nombre a Fernando Carvajal, primer y único peruano en ocupar la presidencia de Rotary International. Hoy son apenas 14 integrantes —ingenieros, psicólogos, abogados y médicos— quienes sostienen esa herencia con proyectos que buscan responder a problemas concretos de la región.
Impacto

Entre las iniciativas más ambiciosas está “Agua para Todos”, destinada a la comunidad de Tisco, en la provincia de Caylloma. Allí, la carencia de agua potable se traduce en enfermedades gastrointestinales recurrentes y en una vida marcada por la precariedad. El club ha identificado que unas 150 personas —80 adultos, 40 niños y 30 adultos mayores— serían beneficiadas de manera directa con filtros de agua instalados en espacios estratégicos como comedores populares, municipalidades, tambos y colegios. El presupuesto estimado es de 3,500 dólares, un monto relativamente bajo si se compara con la magnitud del impacto. Además de los filtros, el proyecto contempla capacitaciones sobre uso, mantenimiento y buenas prácticas de higiene, con la intención de garantizar la sostenibilidad a largo plazo.
El alcance, sin embargo, no se limita a Tisco. Con apoyo de la gobernadora rotaria, buscan acceder a subvenciones mayores para ampliar la iniciativa a otras comunidades altoandinas. El argumento es simple y contundente: el agua potable es un derecho, y en demasiados rincones de la región aún se trata de un privilegio.

El repertorio de actividades no acaba ahí. Antes de la pandemia, el club impulsaba la “Maratón por la inclusión”, una jornada deportiva pensada para visibilizar y promover la participación de personas con discapacidad. La crisis sanitaria obligó a detenerla, pero existe la voluntad de retomarla. Junto a este proyecto, mantienen viva la figura de“Nandito”, una mascota simbólica que canaliza la recaudación de fondos para la erradicación mundial de la polio. Cada año, el cumpleaños de Nandito se convierten en actos colectivos de recaudación y memoria, recordando que la polio, aunque reducida drásticamente, sigue siendo un peligro.
Otro de los proyectos bandera es “Huayta Suyana”, que significa “flor de la esperanza”. Bajo ese nombre se han instalado viveros orgánicos en jardines y colegios de comunidades rurales como Colcahuayata y Huayacucho. La propuesta va más allá de la entrega de hortalizas: busca fomentar responsabilidad ambiental en niños y familias, asegurar un suplemento alimenticio sano y, al mismo tiempo, crear un vínculo constante entre los voluntarios urbanos y las comunidades rurales. En algunos casos, los viveros llevan ya cinco años en funcionamiento, lo que demuestra que los proyectos no se limitan a gestos momentáneos sino a procesos que requieren continuidad y adaptación a condiciones adversas, como el clima extremo.
Un espacio de amistad y servicio

El club ha encontrado en sus reuniones semanales un espacio fértil para la creación. De allí surgen ideas que luego se transforman en proyectos concretos, y son los miembros más jóvenes quienes muchas veces asumen la responsabilidad de liderarlos. Esto no solo garantiza diversidad de propuestas, sino también la formación de liderazgos.
La motivación de sus integrantes responde a razones personales que terminan entrelazándose con el trabajo colectivo. La diversidad profesional de los 14 miembros no es un dato anecdótico. Cada carrera aporta una perspectiva distinta y un recurso específico para los proyectos. El ingeniero puede aportar soluciones técnicas, el psicólogo estrategias comunitarias, el abogado marcos legales, el médico la mirada de salud pública. Esa suma de saberes es lo que permite que un club pequeño en número logre sostener iniciativas de amplio impacto.