Estados Unidos y Panamá han decidido escalar la presión en el Consejo de Seguridad de la ONU: buscan reemplazar la debilitada misión dirigida por Kenia en Haití con una fuerza mucho más robusta, integrada por 5.550 uniformados con mandato para detener pandilleros y proteger infraestructura crítica. La propuesta responde al violento avance de las bandas armadas, que ya dominan el 90% de la capital y han extendido su poder tras el magnicidio de Jovenel Moïse en 2021.
La iniciativa conjunta toma como punto de partida el fracaso de la actual Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MSS). Ideada para desplegar 2.500 efectivos bajo liderazgo keniano, en realidad nunca superó el millar por falta de fondos y coordinación internacional. El propio secretario general António Guterres reconoció que la misión no ha podido contener la escalada de violencia, coincidiendo con el diagnóstico planteado por Washington y Panamá.
El borrador de resolución plantea un mandato inicial de 12 meses y un contingente de 5.500 efectivos militares y policiales, más 50 civiles. Aunque agradece a Kenia por encabezar el esfuerzo inicial, no especifica si este país seguirá al frente ni qué naciones aportarían tropas. Lo que sí define con claridad son las facultades: inteligencia, operaciones directas contra pandillas y protección de aeropuertos, hospitales, escuelas y puertos, en estrecha coordinación con las fuerzas haitianas.
La urgencia responde a un panorama devastador. Desde el asesinato de Moïse, las bandas han multiplicado su poder: controlan territorios, bloquean rutas estratégicas y practican saqueos, secuestros y violencia sexual como método de dominio. La cifra de desplazados ya supera 1,3 millones de personas, mientras la ausencia de un presidente agrava la crisis institucional.
El Consejo de Seguridad tiene hasta finales de septiembre para votar la propuesta, ya que el mandato de la misión keniana vence el 2 de octubre. Para muchos líderes haitianos, esta podría ser la última oportunidad de revertir el colapso. Incluso han pedido que la nueva fuerza se transforme en una misión de mantenimiento de la paz de la ONU, algo que por ahora no está contemplado en el texto.