Hoy nuestra ciudad cumple 485 años de fundación española. Y aunque muchos disque arequipeños de pura cepa piensen que por sus venas corre sangre azul, lo cierto es que la ciudad se fundó sobre una población indígena. Y desde entonces ha continuado siendo una ciudad cosmopolita en la que convergen diversas culturas, colores y orígenes.
Por nuestra parte, al menos si del director hablamos, somos la mezcla de moqueguanos de Ubinas con arequipeños de Mollebaya. Orgullosos de tener, por ambos lados, origen volcánico.
De igual forma, al sitio al que veamos, por la calle donde caminemos, vamos a encontrar ciudadanos, arequipeños de nacimiento o de corazón, con diversos orígenes: cusqueños, puneños, moqueguanos, tacneños, trujillanos, cajamarquinos (como el gobernador Rohel Sánchez), extranjeros de Latinoamerica, de Europa o Asia, etc, etc. Todos trayendo sus costumbres, su cultura, sus colores, pero sobre todo sus ganas de crecer y hacer crecer a la ciudad que los cobija.
Porque seguramente, como arequipeños, alguna vez hemos explicado a algún foráneo esa frase de la periodista Doris Gibson que dice: Un arequipeño nace donde le da la gana. Y seguramente la hemos dicho orgullosos esperando que ese foraneo pronto se convierta en paisano.
Y por tanto, para cualquier arequipeño, la tolerancia y el respeto son premisas inherentes.
Por ese motivo, debemos considerar como un acto reprochable, condenable y punible, cualquier frase discriminatoria o racista que escuchemos, ya sea en privado o en público, de cualquier «arequipeño de pura cepa» hacia otro «arequipeño de corazón»; o viceversa.
Lamentablemente, las fiestas de Arequipa se empañan debido a este tipo de actos. Pero no debemos desfallecer. La postura de nuestras autoridades de justicia nos dan esperanza de que en el futuro, estos disque «Arequipeñazos» no sigan repartiendo su racismo, disfrazado de humor o broma, impunemente. Esperamos, que al tener identificado al discriminador se le sancione de maneja ejemplar.
Mientras tanto, no podemos amargarnos. Este día es para celebrar junto a nuestras familias, los amigos y hasta con el vecino. Porque lo que nos une a todos es la misma identidad: la de Arequipa. Una Arequipa que baila Pampeña, pero que también se mueve al son de la morenada, la saya o la wifala. Que come chupe de camarones y adobo, pero que también disfruta de su caldo de cabeza o su Timpu de Trucha. Que usa sombrero de ala ancha o también montera. Que escucha Yaravies pero también huainos, cumbia, rock o tecnocumbia.
Y si, luego de 485 años, no podemos comprender eso, entonces no merecemos llamarnos arequipeños.