Graffiti Político: El valor de la justicia como motivo de unión en Latinoamérica

Por Augusto Santillana. Abogado y analista político

Harto difícil, es respetar la separación de poderes en un Estado democrático. Siempre existe la tentación en los mandatarios de turno, en saltar esa barrera y desplegar su poder avasallador sin contención legal alguna. Muchas veces aupados con algunos referentes “académicos, periodistas o empresarios” que se suman sin denuedo, a la ola del poder. Con la consabida gracia que les concede estar amancebados con las prebendas que les percibe ello. Pero eso, es una chiquillada cuando vemos que la amenaza a nuestra creída soberanía de país libre e independiente es conculcada abiertamente por un gobierno de afuera. 

Si. Otro que tiene las mañas de aspirante a dictador del mundo. O, emperador del trasnochado “imperio yanqui”. Una persona con el ego que cree lo puede todo y nadie le hace frente. Juega con la economía volatil de los países menos favorecidos con la tecnología en boga y las fábricas en serie y a gran escala. Son países que sustentan su economía en actividades primarias y extractivas consistente en proveer las materias primas para beneplácito de los países industrializados.

Al ser justamente, países muy limitados en diversificación productiva; les afecta, cuando gravan su comercio exterior. Ahora con la imposición de abusivos aranceles como forma de chantaje a cambios de fines de interés del actual gobierno de Estados Unidos. Pero de ahí a exigirle a otro gobierno, que un poder del Estado, el Poder Judicial, que se supone goza de autonomía y no depende del presidente de turno, porque hay separación de poderes como todo país que se precie de democrático. Es quitarnos la venda de los ojos y ver que, algunos países, antes imperios globales, nos siguen considerando como colonias. Al servicio de sus propios y muchas veces oscuros intereses. Y, que, cuando se les ocurre amedrentarnos con fuerza, no cabe punto de escape.

Existe sobre la mesa de la guillotina arancelaria, dos hermanos países latinoamericanos, Brasil y Colombia que vienen siendo compelidos a someterse al capricho de la política impuesta por el gobierno de Trump. Y, bajo la amenaza pública de imponer más aranceles y otras sanciones, pretenden desconocer la soberanía e independencia de estos países. Además del respeto al equilibrio de poderes que sustenta su Estado de Derecho. 

El magistrado del Supremo Tribunal brasileño, Alexandre Moraes, que conduce una causa penal contra el ex presidente Jair Bolsonaro, viene siendo blanco de ataques y sanciones por parte del gobierno de Donald Trump. Quien ha instrumentalizado este reclamo a nivel del Estado Brasilero a través de la imposición de aranceles del 50% para varios de sus productos que ingresen al mercado americano. La exigencia impuesta es que dicho magistrado retire los cargos contra Bolsonaro  y archive el caso. Con lo que no contaban es que dicho magistrado es conocido por ser muy consistente en sus principios y no hizo caso de tales amenazas. La Casa Blanca cargó contra Moraes y sus allegados y le ha impuesto una serie de sanciones. Acusándolo de abusar de su autoridad para “amenazar, perseguir e intimidar a oponentes políticos”. 

De la misma forma, el Secretario de Estado, Marco Rubio, las enrumbó en contra del Estado colombiano. Para influir en el veredicto dictado por la jueza Sandra Heredia, en contra del ex presidente Alvaro Uribe. Esto cuando publicó en su cuenta de X, denunciando una “instrumentalización del Poder judicial colombiano por parte de jueces radicales que han sentado un precedente preocupante”. 

Lo más inmediato, en ambos casos, sus presidentes, de Brasil y Colombia, Lula Da Silva y Gustavo Petro, respectivamente, han denunciado públicamente la grave intromisión a su soberanía nacional, exigiendo respeto. Sería importante que todo el bloque latinoamericano se pronuncie a través de sus cancillerías denunciando estos atropellos. Pues, si lo dejamos pasar, cuando nos toquen a la puerta, estaremos más expuestos a la furia y abuso del país del norte o de otro país. No podemos dividirnos por el color del gobierno de turno (derechas o izquierdas). Nuestros países están expuestos a decisiones de otros países más fuertes y si no forjamos unión, será luego muy tarde.