Por Romario Huamaní
Para llegar a Yurakuna, hay que atravesar un pasadizo. Uno estrecho, casi inadvertido, como esos caminos que no parecen prometer mucho pero terminan llevándote justo donde debías estar. Al fondo, en el primer nivel de un edificio sobrio en la Calle Jerusalén 201-D, se abre un espacio distinto. No hay humo de parrilla ni frituras pesadas: hay aromas frescos, plantas vivas y un ambiente que respira calma.
Ese es Yurakuna: un refugio vegetariano que no solo se come, se cree. Allí, donde antes solo había ideas dispersas, hoy se sirve anticucho de seitán, “alitas” de soya, jugos naturales, cócteles sin licor y esperanza cocida a fuego lento. En un Arequipa carnívoro, este lugar ofrece otra cosa: alimento para el cuerpo y también para el alma.
Un encuentro, una promesa

La historia comienza como empiezan los buenos destinos: por casualidad. Ricardo Meza, arequipeño de 41 años, y Luz Turpo, su socia adventista, se reencontraron después de años sin verse. Ella soñaba con ayudar al prójimo a través de la salud; él, mecánico de formación, había descubierto en las cocinas ajenas una pasión inesperada.
—¿Cómo ayudamos a alguien sin conocerlo? —preguntó Ricardo una tarde.
—Dándole comida saludable —respondió ella con convicción.
Sentados frente a un grupo de empresarios que conversaban sobre negocios, él la miró con una sonrisa:
—¿Y nosotros, cuándo vamos a estar así?
—Pronto, Ricardo —le prometió Luz.
Y cumplió.
Hoy, Yurakuna —nombre que en quechua puede evocar “vegetales” o “cosas blancas, puras”— es algo más que sabor. Es también una promesa cumplida.
Cocina que alegra al alma

Cuando abrieron hace siete meses, eran solo cinco personas. Hoy, ese primer equipo sigue unido: Ricardo se encarga de la barra, la atención al cliente y la parte administrativa. Luz lidera la cocina y toda la logística. Junto a ellos, doña Rosa y Berna sostienen con sabiduría el corazón del local desde la cocina. También una joven ayudante acompaña el servicio con amabilidad y buen ritmo.
Los platos sorprenden. “Una señora una vez buscaba el hueso dentro de una alita de soya”, recuerda Ricardo, aún entre risas. “Tuve que explicarle que no iba a encontrarlo”.
Y es que todo en Yurakuna juega con la expectativa y vence con sabor. El anticucho de seitán es jugoso, las hamburguesas son sabrosas sin ser pesadas, y las bebidas naturales terminan siendo el mejor maridaje para una mesa honesta. No hay pretensión, pero sí hay alma.
Más allá del menú, lo que distingue a Yurakuna es su fe. Como negocio adventista, cierra los sábados durante el día. Baja la reja los viernes a las 6:00 p.m. y la vuelve a levantar recién a las 6:00 p.m. del sábado. Para muchos eso sería un error comercial, pero Ricardo lo tiene claro: “Cuando eres obediente a Dios, todo fluye mejor”.
Un espacio vivo

Todo en Yurakuna tiene intención. Hay juegos de mesa para hacer más amable la espera, planes para instalar una “mesa viajera” donde puedas dejar un libro y llevarte otro, e incluso una futura sala de descanso para quienes busquen algo más que un almuerzo.
La decoración, pensada íntegramente por Luz, también despierta curiosidad: hay plantas colgantes, lámparas tenues, detalles que invitan a preguntar. “¿Y esto?”, dicen los clientes. “Todo tiene una historia”, responden.
Y así como cada objeto tiene su origen, cada cliente se vuelve parte del relato. En días difíciles, cuando las ventas bajaban, siempre aparecía alguien con una frase justa, inesperada, como un salvavidas: “Tú haces un buen trabajo. Sigue adelante”. Palabras que valen más que una venta. Palabras que, como las raíces de las plantas que decoran el lugar, se aferran a la tierra para seguir creciendo.
Ricardo sueña con abrir más locales. Sabe que no será fácil, pero también sabe que está en el camino correcto. Porque si algo ha aprendido este pasadizo silencioso es que, a veces, los caminos menos vistosos llevan a los destinos más sabrosos.
¿Dónde queda Yurakuna?

Yurakuna está ubicado en Calle Jerusalén 201-D, primer nivel, en el Cercado de Arequipa. Para llegar, hay que atravesar un pasadizo discreto, uno de esos que no llaman la atención, pero terminan revelando lo esencial.
Abre sus puertas los domingos a jueves de 8:00 de la mañana a 10:00 de la noche. Los viernes atienden solo hasta las 6:00 p.m., y los sábados, fieles a su fe, recién abren desde las 6:00 de la tarde hasta las 11:00 de la noche. Los horarios pueden variar en feriados como la Batalla de Junín, pero el espíritu siempre es el mismo: recibir a cada persona con una mesa servida de fe, vegetales y respeto por el cuerpo y el alma. Porque Yurakuna no solo se visita. Se descubre. Se vuelve.