El anuncio de Donald Trump sobre un arancel del 50% a las importaciones de cobre hacia Estados Unidos agitó los mercados globales. El impacto fue inmediato: el precio del metal rojo subió hasta un 17% en el COMEX, su mayor repunte desde 1988. La medida, sustentada en argumentos de “seguridad nacional”, generó reacciones en América Latina, donde países como Chile y Perú dependen en gran medida de este mineral.
En el caso peruano, el ministro de Economía y Finanzas, Raúl Pérez-Reyes, minimizó la repercusión del arancel. “Solo el 5% de lo que producimos y exportamos va a EE. UU.”, sostuvo tras el Consejo de Ministros. Según explicó, la reciente alza en el precio del cobre podría incluso beneficiar al fisco, siempre que se mantenga estable.
No obstante, los datos del gremio exportador matizan el optimismo. El año pasado, Perú envió 97 millones de toneladas de cobre a Estados Unidos, valorizadas en USD 920 millones. De todos los productos exportados al mercado norteamericano, el cobre lidera la lista.
Analistas consultados por Bloomberg advierten que el impacto dependerá del nivel de exposición de cada empresa minera. Compañías con operaciones fuera de EE. UU. y con altos costos logísticos podrían verse perjudicadas. Por el contrario, firmas como Freeport-McMoRan o BHP podrían salir fortalecidas.
Esteban Carreño, de SURA Investments, afirmó que un arancel de esta magnitud podría reducir la demanda estadounidense de cobre latinoamericano, obligando a Perú y Chile a redirigir sus exportaciones. A largo plazo, esto abriría la puerta a nuevos mercados, pero en el corto plazo predomina la incertidumbre.
Mientras tanto, el precio del cobre continúa fluctuando. En Londres superó los USD 9.800 por tonelada métrica. La presión sobre las monedas de países como Perú y Chile también se hace sentir, en un contexto donde cada punto porcentual cuenta.