Tres días después de su desaparición, el cuerpo de Mauro Prudencio Ramos Borda, exalcalde distrital y vicepresidente de las Rondas Campesinas, fue hallado sin vida a orillas del río Inambari, en una pendiente de más de 40 metros de profundidad. Su ausencia había encendido las alarmas en San Gabán, un distrito puneño acostumbrado a la calma, donde su figura era conocida y respetada. Las primeras imágenes del hallazgo mostraban lesiones visibles, pero la pregunta que todos se hacen aún no tiene respuesta: ¿fue un accidente o lo mataron?
La mañana del miércoles, un equipo especializado de la Policía Nacional descendió una quebrada boscosa y húmeda. Al fondo, junto a las piedras del río Inambari, yacía el cuerpo de Mauro Ramos Borda. Estaba desaparecido desde el sábado, cuando participó en la inauguración de una obra pública. Desde entonces, no respondió llamadas ni regresó a casa. La denuncia se registró en Macusani, la localidad más cercana con comisaría.
La noticia paralizó al distrito. Vecinos, familiares y ronderos no perdieron tiempo: organizaron búsquedas diurnas, alumbraron los caminos con linternas, caminaron quebradas y márgenes del río, sin imaginar que lo encontrarían sin vida. «No tenía enemigos», dijo un poblador. Esa frase se repite como mantra mientras crece el desconcierto y el temor de que algo más oscuro haya ocurrido.
Los peritos aún no confirman si las heridas que presentaba fueron producto de una caída o si hubo participación de terceros. La necropsia será clave para disipar dudas. Mientras tanto, el silencio se impone en la plaza central, la misma donde fue visto por última vez con vida. Las autoridades tampoco descartan que se trate de un hecho criminal.
El general PNP Francisco Ninalaya, jefe de la Región Policial Puno, confirmó que el Departamento de Investigación Criminal se ha instalado en la zona. “Nada está descartado”, afirmó. Por ahora, la comunidad exige justicia y claridad. San Gabán quiere respuestas, pero sobre todo, quiere saber por qué alguien como Mauro —exalcalde, dirigente y vecino querido— terminó muerto junto al río.