Todas las semanas, un ejército silencioso de jóvenes armados con cinceles, lijas y brochas libra una batalla diaria contra el vandalismo. Son los estudiantes de la Escuela Taller Arequipa, un Centro de Educación Técnico-Productiva (Cetpro) que, durante 20 años, ha sido el ángel guardián del Centro Histórico de la Ciudad Blanca, puliendo su brillo y preservando su alma de sillar volcánico.

Su labor más visible —y quizá la más urgente en esta era— es la limpieza de grafitis y zonas dañadas por aerosoles. Una tarea que exige habilidad y profundo compromiso con Arequipa. Como cirujanos que operan con delicadeza, los estudiantes emplean técnicas especializadas para eliminar la pintura sin dejar cicatrices en las superficies originales y en los monumentos históricos.

Armados con cinceles y brochas, estudiantes de la Escuela Taller Arequipa devuelven el brillo a los muros del Centro Histórico.

El objetivo de la Escuela Taller Arequipa es contribuir a la preservación de esta ciudad arquitectónica que se erige al pie del Misti, y que sigue siendo un referente patrimonial ante los ojos del mundo. Pero también busca promover la inserción sociolaboral de jóvenes de escasos recursos, tanto mujeres como varones, mediante formación técnica y profesional en oficios tradicionales vinculados a la restauración y protección del patrimonio cultural.

“Este tipo de pintas resulta muy perjudicial para el patrimonio. No podemos dar una imagen dañada de Arequipa a los extranjeros. Buscamos que Arequipa siga siendo una tradición viva. Mientras no haya conciencia de los jóvenes que ensucian el patrimonio, nosotros seguiremos luchando por contrarrestar esta mala praxis”, cuenta Danna Torreblanca, gerente de la Escuela Taller Arequipa.

Los «centinelas» emplean técnicas especiales para no dañar la infraestructura de sillar.

Centinelas del patrimonio

La Escuela Taller AQP no solo restaura muros, también construye futuros prometedores. Brinda a los estudiantes una oportunidad invaluable para aplicar en el campo las habilidades adquiridas en su formación técnica. Las aulas se extienden al aire libre, y el patrimonio se convierte en el lienzo de su aprendizaje.

“Hacemos intervenciones de mantenimiento y restauración. Nos enfocamos en la limpieza de grafitis y zonas dañadas. Cualquier tipo de intervención en estos elementos con valor histórico requiere mucho cuidado, por eso los estudiantes reciben capacitaciones especializadas para aplicar lo aprendido”, añade la arquitecta Danna Torreblanca.

Desde junio de 2005, este Cetpro con enfoque humanista alberga a jóvenes de entre 16 y 25 años en situación de vulnerabilidad, ofreciéndoles becas completas y la posibilidad de transformar sus vidas mediante la maestría de oficios ancestrales como ebanistería, cantería, herrería y forja, jardinería y carpintería.

Cada restauración es un paso para preservar el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

“Es una oportunidad para los jóvenes que no pueden acceder a una universidad privada. La educación es un derecho, y qué mejor si todo lo aprendido lo aplican reparando la arquitectura de la tierra que los vio nacer”, concluye Torreblanca, mientras supervisa los trabajos de su delegación.

La Escuela Taller tiene dos sedes en Arequipa: una en la calle Cruz Verde y otra en la calle Chilpina, en el Parque Ecológico El Bosque. En Cruz Verde se imparten carpintería restaurativa, herrería y forja; mientras que en la otra sede se especializan en los demás oficios.

La Escuela Taller Arequipa es fruto de una visión compartida entre la Municipalidad Provincial de Arequipa y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Hoy, sus estudiantes se han convertido en guardianes de un legado histórico que los antecede. Cada jornada por las calles empedradas y muros de sillar es una lección viva, un refuerzo tangible de su formación.

Su trabajo es símbolo de esa identidad por la tierra que los vio nacer.

La lucha contra el deterioro del patrimonio continúa. Pero con los centinelas de la Escuela Taller Arequipa en guardia, el alma de sillar de la ciudad está en manos expertas y dedicadas. Para que Arequipa siga siendo el baluarte ornamental que la llevó a ser Patrimonio Cultural de la Humanidad desde el año 2000.

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