Por Omar J. Candia Aguilar. Abogado y político: Mail: ocandia@unsa.edu.pe

Hace algunos días el canciller alemán, Friedrich Merz, regaló al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, un certificado de nacimiento de su abuelo paterno, Frederick Trump, quién nació en 1869 en la actual Alemania. El abuelo de Donald Trump, como muchos ciudadanos, migró en busca de mejores oportunidades. 

La migración es un fenómeno que pasa dentro de un país, principalmente del campo a la ciudad, como sucedió en el Perú desde la segunda mitad del siglo XX. Y como viene sucediendo en el mundo, cada vez que hay crisis económica o conflictos bélicos. Muchos peruanos migraron a Chile, Argentina, Venezuela, España, Estados Unidos, entre otros, en la crisis de finales de los 80 del siglo pasado.

Hoy miles de venezolanos atraviesan una verdadera odisea al migrar a diferentes países. De similar manera, pasa con miles de ciudadanos Ucranianos o Palestinos que intentan escapar de la muerte. ACNUR la Agencia de la ONU para los refugiados ha precisado que a finales de 2024, el periodo más reciente sobre el que se dispone de información, 123,2 millones de personas se habían visto forzadas a huir de sus hogares en todo el mundo. Esto a causa de la persecución, el conflicto, la violencia, las violaciones de los derechos humanos o acontecimientos que perturbaban gravemente el orden público.

El presidente Trump desconoce, o peor aún, olvida que su nacionalidad americana es producto de la migración. Sus políticas migratorias no tienen precedentes, son duras y vulneran los procedimientos legales establecidos en la legislación de EE.UU. Lo que demuestra la debilidad del estado de derecho, la ausencia de pesos y contrapesos, que debe existir en una democracia constitucional, con una forma de gobierno presidencialista. 

El presidente Trump tiene todo el control político. Y muestra su poder por encima de la constitución y la ley. El Congreso bicameral americano ha perdido o viene abdicando en sus facultades de control político al poder ejecutivo. El poder judicial ha intentado frenar sus políticas excesivas y vulneradoras de derechos, pero estas no han tenido éxito. Lo que demuestra que el presidente Trump controla la política publica y controla el estado. Pareciese que el “estado es Trump”.

Cuando el control institucional falla, es la calle la que se hace sentir y nacen nuevos líderes. Así siempre ha sido a lo largo de la historia. La semana pasada, las calles sonaron contra el autoritarismo de Trump. Concentraciones y disturbios en ciudades como Los Ángeles, Nueva York, Washington D.C., Florida, Miami, Chicago, entre otros, fueron los escenarios de la protesta. Donde el principal pedido fue que cese el autoritarismos, que se cambie la política migratoria, y en general contra las políticas de Trump.

La institucionalidad democracia americana esta en crisis. Se sometieron al poder de Trump y, si no hay un cambio de las políticas públicas, el manejo interno en la política migratoria y en el manejo de la política internacional, las calles seguirán hablando. Y como ha sucedido a lo largo de la historia, las calles pueden generar puntos de quiebre. Esperemos que el presidente Trump escuche.